Tuesday, October 17, 2006

China y las implicancias de su cuarto ‘despertar’*
*[Este articulo-opinion fue publicado en diario La Segunda edicion online el 04/04/2006]

El interés mundial generado por el crecimiento económico de la República Popular China el cual desde fines de la década de los 70’s, y de acuerdo al Banco Mundial, habría alcanzado un increíble promedio de casi un 10 % anual, ha traspasado fronteras, creencias e ideologías. Por esta razón y más allá de temas relacionados con contaminación medioambiental, derechos humanos, rol de la mujer, sociedad civil y dualismo ideológico, el gigante asiático es hoy un ‘polo’ –principalmente económico- de atracción.

El caso no deja de ser sintomático desde que claramente el mundo –y aún manejando algunas de estas deficiencias y problemas internos chinos- ha promovido una política de carácter pragmático al momento de perfilar las relaciones bilaterales con el gigante milenario. Pragmatismo, el cual es factible decir, que está sustentado sobre un potencial de algo más de 1.300 millones de razones. Desde esta perspectiva, y considerando la firma del TLC y del último acuerdo de explotación minera entre CODELCO y Minmetal, para Chile, se hace un urgente intentar desarrollar un análisis sostenido sobre el actual dinamismo demostrado por este país.

Así, entonces, es válido preguntarse ¿cuánto de nuevo tiene el actual ‘momentum’ chino? Wang Gungwu, director del East Asia Institute de la Universidad de Singapur, en su estudio[1] sobre la implicancia cultural, social, política y económica que el actual proceso Chino podría tener a escala global, detalla que lo que estamos observando es el cuarto despertar de la potencia Asiática. Efectivamente, al vigente ciclo de expansión le habrían precedido otras tres épocas de esplendor y desarrollo.

El primer período [255 BC-208 DC] fue dominado por las dinastías Qin y Han. China, entonces, estandarizó su moneda, su escritura y medidas de medición e incorporó a su filosofía de vida el Confucianismo y el Budismo. El segundo período fue gobernado por las dinastías Sui y Tang. La primera [581-618] reunificó el Sur y Norte e implementó un sistema de igualdad de tierras. La segunda [618-907], sustentó la época de oro literaria y artística. Además, con un férreo control político pero con un alto intercambio comercial alzó la ruta de la seda a su máximo esplendor. El tercer período [1368-1911], fue regido por las dinastías Ming y Qing. La primera de ellas desarrolló una revolución agrícola e instauró el famoso Código Ming. Del mismo modo las expediciones de Zheng-He permitieron la expansión marítima china, la cual fue la base de su revolución comercial. La segunda, entre 1644-1911, y durante la cual se llegó al cénit del poder de la China Imperial, fue la antesala a la creación de la República Popular China.

Sin embargo, desde una perspectiva mundial, el actual período [desde 1978 hasta hoy] abre una serie de interrogantes. La primera, dice relación con la política exterior. Desde esta perspectiva, China ha adoptado a lo largo del primer quinquenio del siglo 21 una política algo más agresiva. En efecto, e interfiriendo con el predominio histórico de Estados Unidos y Europa, el país asiático se ha permitido moverse hacia regiones -principalmente en busca de asegurar el suministro de recursos naturales- que hasta ahora le habían sido claramente de interés limitado: África y América Latina.

Segundo, y considerando su creciente influencia, se plantean temas en torno a la seguridad y estabilidad regional y mundial. Como sostiene John J. Tkacik en su libro ‘Repensando Una China’, el principal desafío del mundo [y en especial de Estados Unidos] en este milenio será cómo manejar el actual ‘despertar’ Chino; el cual pareciera estar llamado a tener un rol clave en el manejo de crisis internacionales. Sin embargo, hoy China tiene aún como su mayor preocupación y objetivo la contención de sus fronteras y la soberanía y reincorporación de lo que denomina como provincia rebelde [Taiwán]

Tercero se plantea el tema de la permeabilidad de las instituciones. Así, frente al avance de la globalización la pregunta es si China podrá, con su actual estructura política y social, asimilar la cada vez más penetrante cultura económica global. Sin duda, el antiguo discurso ‘una China dos sistemas’ es cada día más poroso. Un reciente ejemplo ha sido la desesperada lucha que libró el gobierno chino por controlar la información emanada de servidores de Internet en su territorio; y a la cual hasta ahora sólo el 8 % de la población tiene acceso.

Sin embargo, y paradójicamente, el sostenido crecimiento económico chino estaría planteando -al mismo tiempo- una encrucijada que podría, en el mediano plazo, cambiar radicalmente a este país. Clara prueba de esto ha sido el discurso del Primer Ministro chino, Wen Jiabao, el cual ha reconocido que el gobierno no ha cumplido con las expectativas generadas por el boom económico. Así, entonces, el nuevo plan quinquenal 2006-2010, plantea una serie de medidas que tienen el claro fin de mantener el ‘status quo’ del formato actual chino.

Primero, y tratando de evitar que siga creciendo el clima de descontento popular, se intentará solucionar el tema de inequidad entre las zonas rurales y urbanas; es como sostiene Glyn Ford[2] el objetivo no declarado por manejar la crisis en el ‘countryside’ chino. Segundo, se ajustarán las serias deficiencias observadas en temas como salud y educación. Tercero, y por primera vez desde 1949, China permitirá la existencia de la propiedad privada, giro este último que es visto como crucial para continuar con el desarrollo económico. Cuarto, el desarrollo de una clara política de auto-defensa y quinto, se plantea la implementación de una política de ciencia y tecnología acorde con las necesidades del siglo 21.

De esta forma China no sólo plantea, en el corto y mediano plazo, temas de carácter económico para Chile, sino que también abre una gama de otros intereses a los cuales hay que empezar a poner suma atención.

(*)Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.

Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón

Direccion Blog : http://rodrigoalvarezvaldes.blogspot.com
Direccion email : rodrigoz2004@yahoo.co.nz

Chile INNOVADOR: construyendo una economía del conocimiento*
*[Este articulo-opinion fue publicado en diario La Segunda online el 08/05/2006]

Estas semanas han estado marcadas por el debate -repotenciado por el alto valor alcanzado por la libra de cobre- de cómo logramos acercarnos hacia una verdadera sociedad que sustente su desarrollo en la lógica de la Innovación y Economía del Conocimiento.

Así, no ha sido extraño observar que temas sobre biotecnología, nano-tecnología, ciencia de la salud y ciencia y tecnología se han posicionado en el interés público. Como resultado hemos desarrollado un análisis comparado con experiencias exitosas (Nueva Zelandia, Finlandia y Australia, entre otros) de países que, como Chile, dependieron principalmente de las exportaciones de recursos naturales.

Lo que hay que tratar de entender es cómo esos países lograron rearticular los fundamentos que dan sustento a la INNOVACIÓN y a la Economía del Conocimiento en una estrategia nacional. Para ellos es de abierta comprensión que el mundo se divide en dos grupos de países: los core-innovators y los non-innovators. Del mismo modo, saben que los conceptos de investigación y desarrollo [I+D] son considerados variables que toman lugar en muchos países del mundo. Y, aún más importante, ellos se reconocen pertenecientes al selecto grupo de países que se plantean, discuten y redefinen permanentemente el concepto de Desarrollo y Comercialización de Tecnologías Nuevas para el Mundo, y no el de simple I+D. Finalmente, pero no menos importante, ellos racionalizan transversal y horizontalmente que el tema sobre innovación está encadenado al concepto elaborado y moderno de competitividad y conectividad sectorial.

Así, por un lado, se debe desarrollar un análisis que intente definir un concepto globalizado de innovación; y por el otro, un trabajo que desnude nuestras más críticas debilidades para así ir más allá del consabido problema de nuestra dependencia de la exportación de recursos naturales.

Intentemos, entonces, dar una definición moderna de innovación. Para tales efectos se hace indispensable distinguir entre innovación a secas e innovación tecnológica. La primera, considera la base de partida para los países del grupo selecto de core-innovators, implica por el lado del sector privado la innovación permanente de la oferta, de los procesos productivos, de la estructura organizacional y management del producto y del mercado. Por el lado del gobierno, considera la permanente innovación de las instituciones y de las políticas públicas relacionadas con el objetivo de innovar.

El segundo concepto, innovación tecnológica, nuevo para el mundo, el cual está reservado para aquellos que han resuelto la etapa anterior, exige –por sobre el concepto simple de I+D- el replanteamiento permanente de las fases avanzadas de creación. Así, entonces, incremento de innovación, cambio radical o quiebre innovador también como cambio de sistemas tecnológicos [si son exitosamente desarrollados] son permanente buscados para dar paso a cambios en los paradigmas productivos. Cambios, estos últimos, que en ocasiones ocurren paralelamente en varios sectores de la economía. En resumen, el proceso de innovación tecnológica resultará en un producto nuevo y/o escaso, imperfectamente imitable y libre de ser sustituido en el corto y mediano plazo.

En cuanto a nuestras debilidades existen algunas que pueden, si no son resueltas en un período lógico de tiempo, transformarse en serios lastres. La primera está orientada al sector productivo, y dice que muy poco sabemos sobre como aplicar correcta y eficiente una política nacional de concatenación productiva. Dicho en palabras de la CEPAL, enfrentamos un problema serio de desarrollo de aglomeraciones productivas y de desarrollo local, las cuales [pensando en la demanda internacional] carecen de una desarrollada capacidad asociativa, competitiva, cooperativa, como así también de capacidad para eslabonarse.

La segunda dice relación con nuestro sector educacional universitario y técnico. En este sentido es claro que existe una clara desconexión entre el ambiente de investigadores y académicos con el del sector privado. Al mismo tiempo, como he demostrado en el análisis sobre educación y competitividad, es una realidad que nuestra educación superior no posee la infraestructura mínima para competir internacionalmente.

La tercera, es el hecho innegable que para acceder a una nueva etapa de innovación necesitamos de una sociedad con alta flexibilidad; lo cual implica una alta adaptabilidad a los cambios globales. Así, entonces, esta sociedad, en el corto plazo, debería ser capaz de enfrentar desafíos tales como la creación y utilización de nuevos equipos de capital, el adaptarse a cambios radicales y, sustentada en una fuerza laboral basada en el ‘conocimiento’, enfrentar y promover –si es necesario- la creación de nuevos sectores productivos tecnológicamente avanzados como de nuevas instituciones sociales.

La clave, así, por un lado, pareciera estar en la habilidad e inteligencia que tengamos para conectar nuestra capacidad de productividad local y regional con las demandas globales derivadas de los múltiples acuerdos de libre comercio que hemos firmado. Es decir, de qué manera, como nación inmersa en el mercado global, le damos dinamismo y velocidad a nuestra inserción internacional. Y, por el otro lado, a la necesidad urgente de modernizar nuestro sistema de educación básica, media, técnica y universitaria.

(*)Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.

Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón

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La neo-sociedad civil chilena y la movilización estudiantil*
*[Este articulo-opinion fue publicado en diario La Segunda-edicion online el 09/06/2006]

Sin duda que el movimiento estudiantil en Chile ha y a esta generando una serie de lecturas desde un prisma social, político y económico. Sin embargo, pareciera que este –además- tiene un ‘plus’: el surgimiento de lo que podríamos definir como la neo-sociedad civil chilena.

Post período militar, se asumió que el retorno a la democracia re-articularía las demandas dando paso a una fuerte Sociedad Civil. Parafraseando a O’Donell y Schmitter, la transición a la democracia guiaría a una amplia resurrección de la sociedad civil; donde muchos grupos tomarían ventaja de las nuevas circunstancias políticas para crear (o recrear) y expandir sus organizaciones y articular sus reclamos.

Desde una perspectiva filosófica, Frederick Hegel, define Sociedad Civil como un estado en la relación dialéctica entre la macro-comunidad del Estado y la micro-comunidad de la familia. Es decir, donde la sociedad civil representa un momento en el proceso de la formación del Estado. Para el Centro de Sociedad Civil del Colegio de Economía y Ciencias Políticas de Londres [http://www.lse.ac.uk/], el cuerpo institucional de la sociedad civil, en teoría, es distinto de aquellos del Estado, la familia y el mercado; aunque en la práctica los límites entre ellos son complejos, no claros y negociables. Finalmente, Bobbio destaca la dicotomía que puede llegar a representar este tema al sostener que el concepto en si es una lucha permanente entre el Estado construyendo sociedad y la sociedad construyendo Estado.
En el caso de Chile, ya fuera porque las condiciones no fueron las propicias [apenas vuelta la democracia] o porque a partir del gobierno del ex – presidente Eduardo Frei no hubo mayor interés de las elites económicas y políticas, finalmente la participación de la Sociedad Civil en la construcción de la democracia se diluyó en el tiempo. En efecto, y gracias a una mirada retrospectiva, es posible distinguir que la generación y difusión de lo que sería una Sociedad Civil organizada fue absorbida por lo que se llegó a conocer como la política de los acuerdos o de los consensos. Siguiendo los argumentos de Adam Przeworski, esto habría sido el esperado resultado desde que una vigorosa oposición y una clara competencia entre partidos, cuando aún las instituciones representativas eran débiles habría resultada peligrosa para la continuidad de la estabilidad democrática. Así, no fue extraño que a finales del gobierno del ex-presidente Ricardo Lagos las organizaciones que representaban a la Sociedad Civil ya no tuvieran un significativo peso político.
Efectivamente, y aún de la existencia de 436 organizaciones representantes de la Sociedad Civil en Chile [como sostiene El Portal de las ONGs-www.ong.cl], múltiples temas que debían haber encontrado un punto de equilibrio, siguiendo la lógica de Bobbio, terminaron en lo que podríamos representar como una nueva dicotomía: un ‘Estado Democráticamente Totalitario’; es decir, con el triunfo del Estado sobre la sociedad. No fue extraño, entonces, que fuera la política de los consensos, acuerdos y pactos la cual, durante los últimos 15 años, y por sobre de las demandas de la sociedad, haya determinando de manera unilateral las políticas públicas a seguir. Ejemplos al respecto sobran: medio ambiente, minorías étnicas, minorías sexuales, educación superior y explotación de los recursos naturales entre otros.
Desde esta perspectiva, y considerando su transversalidad y profundidad, el movimiento estudiantil es una potentísima señal de que en el país se estaría comenzando a construir una nueva definición de Sociedad Civil; la cual estaría reaccionando a tres claras distorsiones. La primera, el triunfo del modelo neo-liberal que transformó al Estado Chileno a un mero agente. La segunda, la falta de representación por los mecanismos tradicionales [como partidos políticos] para canalizar las demandas. Y tercero, el comprobar que la estructura y definición que da forma a la Sociedad Civil ha terminado por agotarse entrando en una clara crisis de representación.
De esta forma, y luego de tres gobiernos democráticos, los estudiantes han dado una clase magistral de organización la cual, además, ha sido capaz de canalizar un generalizado y latente descontento resultante de más de 33 años de mala calidad y desigualdad de la educación. Sin embargo, y lo cual se transforma en lo medular del tema, es que no es aún claro si este proceso logrará alcanzar la fuerza necesaria para convertirse en la antesala de la elaboración de una nueva visión de sociedad; basada, claro esta, en la neo-sociedad civil chilena.

(*)Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón
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Chile Compite: ¿un espacio para el Estado?*
*[Este articulo-opinion fue pulicado en diario La Segunda online el 08/09/2006]

Un nuevo plan para el desarrollo de una verdadera base competitiva ha sido anunciado. Efectivamente, el Ministro de Hacienda, Andrés Velasco dio a conocer el denominado ‘plan Chile Compite’. Este documento, brevemente desarrollado en la página del gobierno de Chile [http://www.gobiernodechile.cl/chilecompite/index.asp], contiene cuatro áreas principales: emprendimiento, tecnología y competitividad, mercado de capitales e institucionalidad para el crecimiento.

Sin embargo, y aún considerando las 18 iniciativas que contempla la nueva estrategia, el nuevo plan pro-competitividad no logra re-articular la función de El Estado. Desde esta perspectiva, una clara política de re-internacionalización de Chile debe considerar al Estado en la lógica de una competitividad globalizada. Sin embargo, a lo largo de la iniciativa, es factible ver el peso y valor que tienen el sector privado [la gran empresa y las PYMES] como el mercado nacional; pero no así cual es la función que el Estado, más allá de ser un sólo articulador y regulador de las reglas del juego, tiene en la creación de oportunidades como en la organización y difusión de las mismas.

Cabe recordar, al respecto, que a diferencia de la afirmación que en el contexto internacional la competitividad contempla ‘una cancha pareja para todos’ tanto como para países desarrollados, países en desarrollo y países subdesarrollados, es una falacia.

En este sentido, aún se percibe una deficiencia clave para, efectivamente, superar lo que defino como ‘competitividad vacía’ y moverse a una ‘competitividad próspera’. La diferencia clave entre ellas, es que mientras la primera se articula sobre la base de los conceptos más ortodoxos del modelo neoliberal; la otra, por el contrario los ajusta y/o interpreta. En esencia ésta es, como la define Christian Ketels equivocadamente, una lucha entre las políticas públicas que promueven una ‘agenda negativa’ [la participación del Estado] versus una ‘agenda positiva’ [más mercado y menos regulación].

Es decir, la actual articulación del Estado-globalizado va más allá de las simples políticas re-distributivas, incluso más allá del Estado promotor de políticas públicas correctivas de fallas de mercado. Este, por el contrario, y en oposición a la idea de la mano invisible, es lo que se define como un Estado pro-activo.

Así, entonces, la participación del Estado -no el Estado del los 60’s y 70’s- en este sentido es clave. En la lógica del ex – ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, esto no tan sólo implica haber rectificado la distorsión que significó entre 1974 y 1989 el Estado Rentista [ya fuera en su forma Inactiva o Ingenua]; sino que además, requiere volver a ajustar el actual Estado Minimalista el cual, entre 1990 y 2005, se ha mal denominado como un Estado Eficiente; lo cual ha significado, en palabras de Ketels, la implementación de más ‘agenda positiva’.

Sin embargo, ejemplos de la re-articulación del rol del Estado pro-activo, en nombre de un proceso de re-industrialización, sobran en el mundo desarrollado. Mundialmente se pueden observar como iniciativas similares han marcado a Nueva Zelanda [Growth and Innovation Framework - http://www.gif.med.govt.nz/]; Australia [Backing Autralia’s Ability - http://backingaus.innovation.gov.au/]; Noruega [Norwegian Innovation Policy]; Canada [Canada’s Innonation Strategy - http://innovation.gc.ca/] e Ingraterra [ UK Government Envisions - http://www.dti.gov.uk/], entre otros.

En el caso de Nueva Zelanda la estrategia ‘Growing an Innovative New Zealand’ [también conocido como GIF]. En esta, el Estado neocelandés, sostiene que ‘la estrategia GIF fue diseñada por gobierno para traer el crecimiento sostenible de largo-plazo necesario para mejorar la calidad de vida de todos los neocelandeses’. El plan contempla los objetivos de Fortalecer el Sistema de Innovación, Desarrollar Habilidades y Talentos, Incrementar la Interconectividad Internacional y profundizar la Conexión de los Sectores productivos [clusters].

Australia, por su parte, ha desarrollado un amplio plan de carácter estratégico que considera al Estado como una pieza clave en la carrera por la innovación y el desarrollo tecnológico. El gobierno Australiano ha declarado que ‘The Government Reserach Agencies juegan un rol vital dentro del sistema de innovación nacional Australiano; éstas [las agencias], con frecuencia, conducen investigaciones estrategias de largo-plazo que no serian en otro caso realizadas debido al alto riesgo e inciertos resultados’. La estrategia australiana contempla tres áreas: ‘Asistiendo Investigación’, ‘Asistiendo Comercialización’ y ‘Asistiendo Habilidades’.

Con una visión similar el gobierno Canadiense declara que ‘los Gobiernos, con el objetivo de posibilitar su mandato de desarrollo económico, también realizan investigación, la cual con frecuencia –y a diferencia del sector privado- tiene un horizonte de largo plazo’. El Estado, así, se hace presente en lo que ellos definen Government Research Facilities. Dividido en 10 departamentos [http://strategis.ic.gc.ca/epic/internet/inrti-rti.nsf/en/h_te02418e.html], 101 centros de investigaciones conforman la articulación de la mano visible del Estado.

Sin duda que el Estado pro-activo en Chile debe emerger, de lo contrario estaremos otros 32 años esperando que el mercado y su mano invisible corrijan la deficiencia de abordar los temas que le son, sólo a largo plazo, rentables.

(*)Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón
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Gobernabilidad, Ciudadanía y Responsabilidad: ¿entrando a una nueva tensión?

Primero fue la disputa entre Camilo Escalona y Andrés Allamand. Luego los anuncios de movilizaciones y paros en pro de demandas y ajustes anunciados por profesores, estudiantes, trabajadores de la Salud y mineros de CODELCO. Ahora se suma a todo esto la irrupción abierta y temeraria de los grupos anarquistas.
El actual contexto abre así una nueva coyuntura: el análisis de la tríada ciudadanía, gobernabilidad y responsabilidad. Efectivamente, y desde esta perspectiva, la democracia moderna ha abierto canales por los cuales aún no hemos iniciado un tránsito abierto y expedito.

En democracia la ‘ciudadanía’ da forma, soporte y sentido a la ‘gobernabilidad’. Sin embargo, y después de cuatro gobiernos de la Concertación, la relación ‘ciudadanía-democracia’ ha entrado en una nueva etapa. Así, la idea de representación directa [un ciudadano un voto] se encuentra en tensión, y está siendo cada vez más frecuentemente testeada. Dicho de otra manera, la definición Schumpeteriana de democracia como una forma de gobierno que permite la elección entre elites por ciudadanos votando en regular y competitivas elecciones, está entrando en una etapa de radicalización o a lo menos de desgaste. Como resultado de esto, las elecciones sistemática de Presidenta[e], Senadoras[es] y Parlamentarias[os], como de Alcaldesas[es] y Concejalas[es], es sólo un eslabón de una larga cadena de representatividad. Del mismo modo, es claro hoy que el juego democrático ya no termina con la comprobación de que sus objetivos de competitividad, libertad, igualitarismo, importancia e inclusividad se han cumplido.

Gobernabilidad, la cual requiere de legitimidad, por su parte, representa y canaliza los intereses de la ‘ciudadanía’. No cabe duda, en este sentido, que de las innumerables cosas que hay que rescatar de la vuelta a la democracia en Chile es que ésta ha sido fuertemente respaldada por una amplia y consistente legitimidad y representatividad. Sin embargo, al parecer, nuestras elites gobernantes han resuelto tener un más intenso ‘accountability’ con las elites económicas que con la ‘sociedad civil’. Así, mientras con la primera se negocia y se rinde cuentas a lo menos una vez al año [gracias a la ya tradicional ‘Economic-Roundtable’ –mesa redonda- organizada en CEP], con la segunda se tranza y se le rinde cuentas [‘accountability’] sólo cada cuatro años.
Como resultado al choque de estos dos conceptos [ciudadanía y gobernabilidad] un nuevo escenario, extra sistema o outsider al sistema, está elevando el tema de la ‘responsabilidad’ política, económica y social a un nuevo sitial. Así, gobernantes y gobernados ven como el fino equilibrio, construido hasta ahora, está siendo desafiado ‘irresponsablemente’ por los –irónicamente- bien organizados grupos anárquicos. De esta forma, y parafraseando a Bobbio, anarquismo es la liberalización de la sociedad desde cualquier forma de autoridad [religiosa, política y económica] y entiende al Estado como la más grande forma de opresión de personas sobre personas. El anarquismo, concluye Bobbio, aspira a una sociedad sin Estado o ley, y fundada sobre una espontánea y voluntaria cooperación de individuos asociados, libres e igual entre ellos. Para Hobbes, anarquismo es la guerra de todo en contra de todo. En escencia, lo que motiva el accionar del anárquico, es la existencia –afuera del sistema- de un espacio donde puede expresar aquellas ideas e intereses que le parecen antagónicas e irreconciliables al interior del sistema.

Desde esta perspectiva, tengo dudas que los nuevos anuncios desde arriba sobre la creación de un ‘mecanismo de alerta temprana’ y la acción en conjunto –con el objetivo de dar señales de fuerza- entre el Ministerio del Interior y la Agencia Nacional de Inteligencia, sean la respuesta a la canalización de los nuevos desafíos que la tríada gobernabilidad, ciudadanía y responsabilidad hoy demandan.

Lo que habría que recordar es que necesitamos más sociedad civil que tenga voz, voto y especialmente ‘accountability’. Es como sostiene O’Donnell la creación de un individuo que, al mismo tiempo, sea un ‘ciudadano-agente’.

(*)Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón
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Sunday, July 16, 2006


Hasta ahora, y por lo general, los análisis que se realizan en torno a los temas de crecimiento y desarrollo son abordados desde una perspectiva económica y de elites. Así, por un lado, se analizan datos macro y micro económicos; y por el otro, desde los acuerdos estratégicos político-gubernamental-empresarial los cuales buscan principalmente el soporte necesario para mantener el statu-quo. Sin embargo, donde poco se ha profundizado es en relación con los aspectos sociales y de conciencia política; los cuales entre 1973 y 1989 a Chile no se le permitió desarrollar, y desde 1990 ha estado abordándolos superficialmente o no los ha abordado derechamente con sentido país. Por este motivo, el anuncio de una ‘nueva’ agenda pro-crecimiento la cual ahora consideraría el concepto de ‘diálogo social’ para alcanzar un ‘desarrollo con equidad’, adquiere una preponderancia inusitada para el gobierno de la Presidenta Michelle Bachellet.

En defensa de Chile, más allá de sus resultados y aún notando que fueron antagónicos entre sí, es factible reconocer claramente tres intentos para desarrollar una idea de conciencia social. Entre 1958 y 1964 ‘La Revolución Administrativa ' [The Revolution of Managers] ; entre 1964 y 1970 ‘La Revolución en Libertad [The Revolution in Liberty], y entre 1970 y 1973 ‘La Ruta al Socialismo’ [The Road to Socialism]. Parafraseando a los escritores Martines y Díaz, aquellos procesos fueron vistos como posibles desde que existió una general ilusión de que cualquier tipo de cambio era posible en Chile a través de un legal, pacífico y racional entendimiento. Sin embargo, desde entonces, en el sentido y amplitud de aquellas revoluciones [aún considerando el intento tibio durante la gestión del ex - Presidente Ricardo Lagos], no se ha experimentado otro verdadero intento por desarrollar un giro profundo [u-turn] que modifique y corrija la actual fractura social que ha generado dos Chile, o lo que se conoce como ‘one nation two countries’.

Nueva Zelanda, en este sentido, es un excelente ejemplo. País insular sobre el cual esta demás decir que regularmente se hace mención en la agenda nacional chilena. Con una diferencia de 10 años, Chile en 1974 y Nueva Zelanda en 1984, ambos países aplicaron reformas económicas neoliberales de carácter estructural y de estabilización. Sin embargo, los años previos a los 74 y 84 respectivamente marcaron una gran diferencia entre ellos, especialmente en la forma en que imaginaron el futuro y la senda del desarrollo y crecimiento durante el siglo XX. Mientras Nueva Zelanda implementó un sistema de ‘pragmatismo político’, el cual aún se mantiene , Chile chocó hasta 1973 tozudamente con la idea de imponer un tipo de conducción cargada de un inoperante ‘idealismo político’. Luego vendrían 17 años de oscurantismo social, cultural y filosófico. Y desde 1990 nuevamente el statu-quo pactado.

Orgullosa, entonces, Nueva Zelanda para fines de 1920 ya había desarrollado los pilares de lo que ellos llaman ‘Igualitarismo Social’ [Social Egalitarianism]; el cual estableció sólidas bases para el establecimiento de un claro y organizado ‘Estado Social Consensuado’ [Consensual State of Society]. Éste consideró entre otras premisas el oponerse y erradicar las clases políticas, ver a toda la sociedad como una importante fuerza e introdujo la idea de no otorgar especiales privilegios a ningún segmento específico. El tema social e ideológico se apoderaba así de la agenda de ‘Nueva Zelanda’. Como resultado para fines de 1930 el monopolio del dominio de las tierras fue condenado, el sistema de clases y la división social rechazada y la eliminación de las barreras que inhibían la movilidad social atacadas. Así, fines de 1940 mientras Nueva Zelanda había desarrollado un sólido ‘Estado de Bienestar’ [Welfare State], Chile planteaba un ‘Estado de Compromiso’ [Compromise State]. Este último, de acuerdo a Montecinos, fue caracterizado por una pragmática negociación entre el estado y las elites económicas y partidarias, lo cual entonces –y como ahora- favoreció a las últimas. Las diferencias entre ambos conceptos no son menores. Mientras los pilares que sustentaron el Estado de Bienestar neocelandés permitieron ofrecer educación, universalismo, igualitarismo, prosperidad consensuada, distribución del ingreso, pleno empleo, compromiso social, consenso político, eliminación de fallas de mercado y autonomía económica , el Estado de Compromiso chileno se vio limitado a abordar sólo alguno de ellos: educación, eliminación de fallas de mercado y autonomía económica.

Para 2006 las bases desarrolladas a comienzo del siglo XX [lo que hoy sería equivalente a una pactada Agenda Pro-crecimiento] han permitido a Nueva Zelanda, primero como una colonia Británica auto-gobernada desde 1853 a 1907 y luego desde 1907 como un independiente territorio dentro de la Commonwealth of Nations, cumplir 153 años de ininterrumpido proceso de elecciones parlamentarias. Al mismo tiempo, y aunque ha experimentado un leve retroceso en esta variable, le ha permitido resolver y enfrentar sin complejo alguno el tema de la equidad y distribución de los excedentes. Por esta razón, de acuerdo al Reporte de Desarrollo Humano dependiente del PNUD [http://hdr.undp.org/], mientras Chile muestra un índice GINI 0.57, New Zealand expone un índice de 0.36 [donde 0 es perfecta igualdad y 1 perfecta inequidad, y considerando que Namibia con un 0.70 expone la peor desigualdad y Suecia con un 0.25 la mejor equidad].

Paralelamente, mientras Chile alcanzó los 10 mil ochocientos setenta y cuatro dólares p er cápita [PPP] Nueva Zelanda llegó a los 23 mil cuatrocientos trece. Sin embargo, una proyección linear simple demuestra que a este ritmo o con estos tipos de agendas pro-crecimiento Chile necesitará 25 años o 6.25 nuevas agendas [considerando una agenda por período presidencial] para alcanzar el actual DGP/PPP neocelandés. No obstante para entonces Nueva Zelanda debería haber alcanzando los 38 mil GDP/PPP.

Por esta razón, lo que la ‘nueva’ agenda pro-crecimiento debe contemplar es dar un paso al frente cambiando la idea de Crecimiento con Igualdad al de Desarrollo con Dignidad, lo cual principalmente , pero no excluyentemente , es trabajo de las elites política y económica de la Derecha Chilena.

Friday, March 31, 2006


Competitividad Internacional y Educación



El último tiempo ha estado marcado por análisis, tanto de educandos como educados, sobre los alcances en el corto plazo que deberían tener para los intereses de Chile los resultados obtenido en materia educacional. Así, entonces, entre otros, destacados profesores, rectores, políticos y autoridades de gobierno han analizado y reflexionado sobre este tema. Primero fue el turno de la prueba SIMCE y luego la PSU. Sin embargo, en ambos la reflexión ha apuntado a la etapa inicial del proceso educativo: educación Básica y Media.

Efectivamente, hasta hoy pareciera que el análisis no ha querido [quizás por falta de fuentes] avanzar a etapas superiores y, por que no decirlo, que han sido consideradas íconos de nuestra historia republicana. Dicho claramente ¿por qué no adentrarnos al mito de la excelencia de nuestra educación superior? o ¿por qué no analizar sus problemas estructurales actuales?. El tema, si bien políticamente sensible, es también como los otros casos claramente crucial para nuestros objetivos de mediano y largo plazo. Desde esta perspectiva, es un dato dado que el movimiento desde las etapas iniciales de micro y macro competitividad a la de una etapa de generación de políticas publicas de micro-fundamentos, necesitan entre otros pilares una EDUCACIÓN SUPEIOR de calidad INTERNACIONAL.

Es por lo anterior que desde mi perspectiva el debate actual debería trascender el ámbito de la calidad e inequidad que se observa entre la educación publica y la privada. El tema, entonces, ya no es sobre los resultados obtenidos en las pruebas de lenguaje y/o matemáticas o cuál es el porcentaje de alumnos provenientes de colegios privados versus públicos que acceden a nuestro sistema de educación superior. El tema, es si estos profesionales serán capaces de competir entre la elite mundial. Lo cual, sin duda y más allá de si la entidad es Estatal, Semi-estatal o Privada, estará directamente relacionado con la calidad de ellas mismas.

El análisis se transforma en decisivo al comprobar que, por un lado, la creación y desarrollo de un ambiente competitivo de tercera generación no llega por añadidura a los ya más que usados y señalados logros macro-económicos y, por el otro, que el desarrollo de una plataforma de innovación y desarrollo tecnológico no es un simple proceso de copia como resultado de una política de apertura comercial.
Así, entonces, acostumbrados a escuchar que nuestra educación universitaria es internacionalmente reconocida, ahora dos nuevos informes sobre Excelencia y Competitividad Educacional vuelven a remecernos y a poner en duda la real capacidad que Chile posee para promover una sociedad no tan sólo internacionalmente más competitiva, sino que también más justa. Los nuevos reportes confirman que las bases de nuestra competitividad parecieran no estar a la altura de las exigencias que la lógica del mercado internacional demanda de un país dinámico y con pretensiones de transformarse en desarrollado en el mediano plazo.

Emanados, respectivamente, desde el ‘Academic Ranking of World Universities’ [dependiente de Shanghai Jiao Tong University-China http://ed.sjtu.edu.cn/ranking.htm] y el World University Rankings: who’s up / who’s down [dependiente de ‘The higher education supplement-uk http://www.thes.co.uk/] Chile –literalmente- no tiene presencia ni peso en el contexto de la formación y estructura de la educación universitaria y técnica mundial.

El ranking 2005 realizado por la Universidad de Shangai, el cual utiliza como parte de su metodología calidad de la educación, calidad de las facultades, producción de investigación y tamaño de la institución, considera sólo a una Institución Chilena entre las top 500 universidades en el mundo: la Universidad de Chile en el lugar 362. En el contexto latinoamericano Brasil destaca con cuatro universidades siendo la Universidad de Sao Paulo la mejor ubicada en el lugar 147; luego están las universidades de Campinas 254, Federal de Río de Janeiro 365 y la Estadual Paulista 462. México, por su parte esta presente con la Universidad Nacional Autónoma de México en el lugar 188 y Argentina ubica a la Universidad de Buenos Aires en el lugar 247.

Sin embargo, y siguiendo la lógica de los discursos previos a las elecciones, sin importar candidato o tendencia, se hace también necesario hacer una comparación con aquellos países que teóricamente deberíamos estudiar para alcanzar el objetivo del desarrollo económico. Bien, en ese caso y de acuerdo con este estudio, el resultado invita a reflexionar. Australia, por ejemplo, con 20 millones de habitantes, tiene 14 universidades entre las top 500; Holanda, con 16 millones, posee 12; Bélgica, con 10 millones, presenta 7; Austria, con 8 millones, ostenta 6; Suiza, con 7.5 millones, exhibe 8; Israel, con 7 millones, posee 7; Dinamarca, con 5.5 millones, muestra 5; Finlandia, con 5 millones, tiene 5; Singapur, con 4.5 millones, alcanza a 2; New Zealand, con 4 millones, muestra 5; Suecia, con 800 mil, tiene 11 y Noruega, con 380 mil, posee 4. Además, ya sea por una simple correlación o por una estratégica coincidencia todos estos países son considerados entre el grupo selecto de las 25 naciones core-innnovators.

Por el otro lado, el estudio realizado por el World University Ranking [2005], tampoco aporta muy alentadores resultados. En este estudio, el cual reduce el margen de excelencia a sólo las 200 primeras universidades, no hay ninguna Universidad Chilena que alcance los requerimientos mínimos para estar entre las top. En el ámbito latinoamericano sólo destacan las Universidad Nacional Autónoma de México en el lugar 95 y la Universidad Brasilera de Sao Paulo en la posición 196. Si bien la mayoría de los países de los cuales deberíamos aprender sufren una merma, su participación sigue siendo significativa. Australia tiene 16 universidades, Holanda 10, Suecia 5, Suiza 7, mientras que Israel, Dinamarca, Austria, New Zealand y Bélgica 3; finalmente Finlandia 2 y Noruega 1. Sin embargo, y gracias a que este estudio es de característica mas desagregado que el anterior, cabe destacar que la Universidad Católica de Chile en la categoría Departamento de Artes y Humanidades, logra el lugar 48 entre las top 50.

También es importante destacar que entre las 50 Universidad top en Ciencia, Australia tiene 5, Dinamarca 2; mientras Suiza, Holanda y Singapur 1. Entre las top 50 en Tecnología, Suiza y Singapur tienen 2 cada uno y Holanda, Israel, Austria, Bélgica y New Zealand 1. Finalmente entre las top 50 en Biomedicina Australia posee 7 universidades, New Zealand 2 y Suiza, Austria, Finlandia y Singapur 1. Pero Chile no aparece entre ellas.

Quizás, entonces, es que sea tiempo para agregar a nuestra agenda de discusiones y análisis de qué manera ya no sólo abordamos los problemas de inequidad que se derivan de los resultados de la última PSU y los problemas de calidad de la enseñanza que se desprenden luego de desmenuzar los resultados de SIMCE 2005. También, se hace prioritario ver de qué manera logramos transformar nuestro sistema de educación superior a uno que logre la categoría de ser internacionalmente competitivo y reconocido. Para eso ya no basta con hablar sobre éste o ese país como modelo a seguir. Ahora, por ejemplo, deberíamos destinar parte del superávit estructural y enviar a nuestros profesionales a estudiar que se ha hecho en estos países en esta materia e intentar reproducir [no linealmente] aquellas experiencias.

Así, como resultado de un análisis serio y no comprometido de estos dos nuevos informes sobre educación superior y competitividad educacional internacional, es claro que ya no basta con los años de historia, con el conservadurismo educacional o con una reforma de educación superior, la cual sea dicho de paso, se quedó sólo en la apertura y captación del mercado local, pero que olvidó o –definitivamente- no sabe cómo salir a competir en el exterior.

Rodrigo Álvarez Valdés
Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón.

[e-mail: rodrigoz2004@yahoo.co.nz]
[Pagina Blog: http://rodrigoalvarezvaldes.blogspot.com/]

Monday, March 20, 2006

La pregunta que se hacía en 1924 Karl Haushofer en su obra titulada “Geopolítica del Pacifico” comienza –definitivamente- a tener una respuesta. Este autor alemán proyectaba entonces que para el siglo XXI el centro político y económico del mundo estaría en el Océano Pacífico.

Para él era claro, entonces, que en el cuadrante noroccidental el dominador sería Estados Unidos de América, en la nororiental China, en el suroriental Australia. Sin embargo, el país dominador del cuadrante suroccidental no le era del todo claro; pero, supuso, que Chile se proyectaría como la más viable alternativa.
Ochenta y dos años más tarde nuestro país ha demostrado que no sólo es la mejor alternativa, sino que la única. Efectivamente la firma del TLC con China, además de cerrar un ciclo de la política exterior chilena hacia Asia-Pacífico, al mismo tiempo ha obligado a nuestro país a abrir uno nuevo período. Confirmando, de paso, que el futuro comercial de Chile no está sólo relacionado, sino que esta encadenado a la región.
Comenzando 2006 ya hemos concretado acuerdos económicos por el frente nororiental con China y Corea del Sur, por el noroccidental con USA, Canadá y México y por el Suroriental con Nueva Zelanda, Singapur y Brunei Darussalam. Como sostiene Roberto de Andraca, presidente del Comité Chileno-Japón, esfuerzos dobles deberán ser desplegados durante el período del gobierno de Michelle Bachelet para concretar las iniciativas de los nuevos TLC’s con Japón e India.
Las proyecciones y beneficios que el país podría alcanzar como resultado de estos acuerdos han sido extensamente analizados. En este sentido, Asia-Pacifico representa el 35 por ciento de la superficie continental e insular del planeta, posee aproximadamente reservas equivalentes al 50 por ciento del gas natural y uranio del mundo, del mismo modo concentra las mayores reservas de níquel, estaño y cobre, genera la mitad de la producción mundial de carbón y es poseedor de una de las mayores reservas de recursos vivos del mundo. APEC, por su parte, ha logrado transformar la interconectividad económica, tecnológica y política de la regional en una estructura multilateral y culturalmente viable y organizada. Se calcula que el intercambio comercial generado en APEC representa el 56% del GDP mundial y donde se transa casi el 48% del comercio mundial.
Un análisis desagregado de la región nos permite visualizar de mejor manera las proyecciones antes mencionadas. Por ejemplo, en esta zona se encuentran 8 de las 15 más grandes economías del mundo: Estados Unidos, Japón, China, Canadá, México, Corea del Sur, India y Australia. Del mismo modo, se localizan algunas de las economías de mayor crecimiento sostenido durante los últimos 24 años: China 10 %, Singapur 7.1%, Corea del Sur 6.9%, Tailandia 6.3% e India 6%.
Sin embargo, Chile enfrenta dos problemas que debe resolver a la brevedad. El primero dice relación con el proceso de consolidación de Chile como plataforma de entrada de las exportaciones de los países asiáticos hacia América del Sur. No cabe duda que en este punto se da una clara dicotomía entre la modernización de infraestructura (terrestre, portuaria y aérea) y de tecnología, alcanzada durante los últimos 10 años, y la clara deficiencia que tenemos de una masa crítica académica, intelectual y empresarial capaz de abordar tal desafió.
En segundo lugar, y derivado del punto anterior, se necesita (como es la costumbre asiática) visualizar la profundización de nuestras relaciones bilaterales pensando en el mediano y largo plazo. Por ejemplo, aún es tiempo para anticiparse y proyectar lo que China desde hoy hasta el año 2040, para cuando se asume que estará junto a Estados Unidos disputando la supremacía de la economía más grande del mundo, necesitará. Un trabajo similar debería ser pensado con India, país el cual es considerado por los británicos como el más cercano competidor después de China, y que para 2040 debería haber superado a Alemania, Francia e Inglaterra ubicándose en el lugar 3 de las economías mundiales. Sólo así, lograremos transformar las oportunidades derivadas de los TLC’s firmados con países Asiáticos en una paso efectivo para ofrecer algo mas que materias primas y recursos naturales.
Sin embargo, el estudio y difusión del Asia-Pacífico requiere de un violento despertar del sector empresarial en general y universitario y académico en particular. Por ejemplo, no debería haber universidad -estatal y/o privada- que no contara con un departamento Asia-Pacífico. Desde que, precisamente, la diversidad de la región la transforma en un gran número de distintas realidades, se hace imperativo el que aprendamos a entenderla de manera global y desagregada al mismo tiempo.
A modo de breve ejemplo, decir que en la región Asia-Pacífico se calculan que existen cerca de mil doscientos dialectos e idiomas distintos en uso. Cohabitan el budismo, el shintoismo, el islamismo, el cristianismo y el confucianismo, además de otras creencias de minorías étnicas y pueblos originarios. De la misma forma, es aquí donde se desarrollan las siempre delicadas y tensas relaciones bilaterales. En otro ámbito, es aquí también donde el mundo -literalmente- se renueva tecnológicamente cada tres meses (eso es lo que le toma a la industria japonesa sacar un producto nuevo al mercado). Igualmente interesantes son las demandas no resueltas de pueblos originarios e indígenas. En este sentido, la Polinesia y su aún incompleto proceso de descolonización, está viva y demandando cambios profundos, muchos de los cuales son completamente desconocidos para nosotros.
Desde esta perspectiva Asia-Pacífico representa y demanda un conocimiento que a todas luces, en el caso de Chile, es precario. La región así ofrece una gama de procesos económicos, políticos y sociales sobre los cuales debemos, con urgencia, interiorizarnos.
La conquista del Asia-Pacífico necesita de una cirugía mayor. Primero, la designación de cualquier representante chileno en Asia, debería ser considerada con la más alta distinción. Segundo, se debe desarrollar una política de reclutamiento intelectual y empresarial, interconectando a todos aquellos que hemos o estamos interactuado con las culturas de Asia-Pacifico (viviendo, estudiando, negociando o investigando) y, por último, hay que entregar el sitial que les corresponde a ese reducidísimo número de destacadísimos académicos que han, por años, vivido en países como China, India, Japón, Corea y Singapur, también como en Australasia.

(*)Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón

Wednesday, October 26, 2005


La Paradoja de la Competitividad Chilena
Rodrigo Álvarez Valdés (*)
[This article-opinion was published in La Segunda-online newspaper on 02/09/05]

El próximo 28 de Septiembre, cuando se distribuya mundialmente el último Reporte de Competitividad Global del World Economic Forum [WEF], habrán pasado casi dos meses desde que Michael Porter [considerado uno de los ‘gurus’ en este tema] haya visitado nuestro país.

El nuevo informe 2003/04 es aún más alentador que la versión 2002/03 ya que sitúa a nuestro país en el lugar 22 de competitividad mundial. Es decir, seis puestos más competitivos que el último año y en mejor posición que en 2002 cuando –en la versión corregida- fuimos ubicados en la posición 24.

Sin duda que habrá que esperar la publicación oficial del WEF sobre competitividad global para hacer un análisis más exhaustivo de las variables en las cuales aún somos deficientes.

Sin embargo, y luego de la visita del Dr. Porter mi primera reflexión es que claramente estamos frente a lo que llamo ‘The Chilean Competitiveness Paradox’. Mientras Porter, uno de los más importantes hombres del WEF, nos emplazó a reflexionar acerca de nuestras preocupantes deficiencias, semanas después la institución que él representa nos ubicará cerca -muy cerca- de los ‘top’ 20 en el mundo. Es decir, estaríamos –en competitividad- entre los grandes como Japón, Inglaterra, Singapur, Alemania, Canadá, Australia y Nueva Zelanda entre otros.

El profesor Porter –de acuerdo a los análisis hechos por columnistas nacionales- habría ‘tirado las orejas’ al ejemplar y mundialmente ejemplarizador modelo chileno. Chile –según Porter- estaría pecando de exceso de autocomplacencia y literalmente se habría dormido en los laureles al desaprovechar una nueva oportunidad [durante la década de los 90’s] de moverse en propiedad desde la producción basada en ventajas comparativas a una basada en ventajas competitivas.

La clave –entonces- se traduce en como resolver la ‘paradoja de la competitividad Chilena’. Desde mi perspectiva lo que Chile debería hacer es tratar de interpretar lo dicho -y lo no dicho- por Porter, de la misma forma deberíamos leer entre líneas lo explicado por el Reporte de Competitividad del Foro Económico Mundial [WEF] 2003/04 y por que no decirlo estudiar e interpretar los muchos trabajos y estudios realizados por profesionales de CEPAL [que dicho sea de paso ya desde 2001/02 vienen sosteniendo varias de las ideas que el Dr. Porter explicó]

Así, por ejemplo, Chile debería promover la ‘modernización ideológica del sector empresarial chileno’ [no un ‘cambio’ sino que un ‘ajuste o actualización’]. Mientras el Estado [durante los 90’s] se globalizó tecnológica e ideológicamente, no ocurrió lo mismo con nuestro sector empresarial, el cual sólo hizo lo propio en el área de la tecnología. Por eso no es factible entender linealmente la modernización y el desarrollo de los ‘clusters’ recomendada por Porter. Esta incluye una modernización ideológica del sector empresarial también.

Segundo cuando el Reporte de Competitividad Global y el Dr. Porter dan a entender que nos hemos quedado en los laureles [en el sentido que aún somos altamente dependientes de la producción de recursos naturales o derivados de ellos] en realidad el tema que se nos plantea es que debemos desarrollar una verdadera y amplia estrategia país que intente movernos desde una nación ‘non-core innovators’ a una con características de ‘core-innovators’. Mi consideración en este punto es que debemos entender que existe una gran diferencia entre ‘agenda’ y ‘estrategia’. Mas que una ‘Agenda’ [pro-crecimiento] lo que necesitamos es una ‘Estrategia pro-Tecnología’ desde que hoy por hoy es el progreso tecnológico el que determina el crecimiento económico.

Sin embargo, el punto no es el desarrollo de una ‘Estrategia’ per se sino que entender que ella implica un trabajo mancomunado [a diferencia de una ‘Agenda’] desde que en esta las partes deben trabajar en función del todo y el todo en función de las partes. Es en definitiva una sociedad moviéndose en una misma dirección y no solamente algunas partes o sectores de ella [como así lo permite un proyecto basado en una ‘agenda’].

Los puntos anteriores me permiten desarrollar la última idea. Chile debería considerar –además- el fin de la división artificial entre el desarrollo de políticas publicas y el rol estratégico que debería [como abiertamente ocurrió en muchos casos que precedieron el milagro económico y cierre de la brecha tecnológica de los países asiáticos] tener el Estado y algunas Instituciones. En otras palabras ahora mas que nunca se hace necesario desarrollar lo que los países que están en la frontera de la tecnología llaman ‘Instituciones Intermediarias’. Estas tienen la crucial función de conectar intereses y ‘knowledge’ entre el sector publico y privado, y entre ellos y el mercado global.

Quizás así podamos resolver nuestra ‘paradoja de competitividad’.

(*)
Master of Arts en Estudios Internacionales - Instituto de Estudios Internacionales - Universidad de Chile, Chile.


¿Chile en el camino de Desarrollo Profundo?
Rodrigo Álvarez Valdés (*)

[This article-opinion was published in La Segunda-online on 29/03/05]

De tiempo en tiempo creemos y nos hacen creer que las condiciones necesarias para dar el salto final hacia un nuevo estado m á s avanzado de desarrollo se han cumplido. Así, lo nuestro se ha transformado en un verdadero y permanente karma [sufrimiento]. Hasta ahora han sido muchos los períodos en los cuales editorialistas, autoridades y empresarios han sostenido que el escenario en el cual el país se encuentra cumple con los elementos para alcanzar el ‘Desarrollo’, así resolviendo problemas endémicos desde la configuración de la república. Hoy, ya sea por una cuestión política [las próximas elecciones presidenciales] o ya sea por un indesmentible repunte económico [Chile creció un 6,1% en 2004] es que al parecer estamos en uno de estos ‘ciclos’.

Por ejemplo, podríamos recordar que hace no mucho tiempo se sostuvo que la ‘aspira ción’ de Chile era llegar a la celebración de su bicentenario [2010] como un país perteneciente al grupo selecto de naciones desarrolladas. Sin embargo, los libros acerca de política, desarrollo y relaciones sociales y los que analizan aspectos económicos est án colmados de estos ‘expectantes’ estados/momentos de dulce realidad para pocos, pero de amarga y permanente ilusión para la mayoría de la sociedad chilena.

De esta forma la idea reduccionista de ‘Desarrollo’ ha logrado un consenso general: s ó lo se lograr á alcanzar el estado de ‘Desarrollo’ si hay ‘Crecimiento económico’. Sin embargo, esta aseveración/conclusión poco o nada agrega al debate que deberíamos sostener hoy en Chile. Por el contrario, precisamente por este estado expectante, nuestro país necesita dar un paso y mover toda su capacidad creativa y emprendedora desde el concepto de ‘Desarrollo Simple’, que est á limitado al manejo macroeconómico, al de ‘Desarrollo Profundo’ el cual contempla variables m á s diversas.

Para dar un verdadero sentido a la ecuación ‘Crecimiento’ igual ‘Desarrollo’ existen variables que deberían ser contempladas y que aún no logramos sumar. Ya sea por desconocimiento o por la falta de interés/beneficio no las hemos incorporado. De esta forma, la ecuación debería en su expresión más simple contemplar variables tales como: Consenso social + Políticas P ú blicas de Micro-fundamentos. Sin duda, la variable ‘consenso social’ no ha sido contemplada por un desinterés/beneficio, mientras que la variable ‘Políticas Publicas de Micro-fundamentos’ por desconocimiento.

Así, el desaf ío que implica alcanzar el ‘Desarrollo’ no es susceptible de sostenerlo con declaraciones y, menos aún, por la idea simplista de que las condiciones internas e internacionales son suficientes para sostener el mismo. Para avanzar hacia un verdadero nuevo ‘stage’ [estado] sobre qué es y cómo se alcanza el ‘Desarrollo profundo’ es necesario saber que este concepto implica mucho mas que ‘distribución equitativa’, ‘equilibrio fiscal’ y credibilidad [interna e internacional] Quizás así logremos romper el mito sobre la teoría de la dependencia que sostiene que las naciones periféricas nunca podrán alcanzar el ‘Estado de Desarrollo’. Porque ya es tiempo de entender que las naciones a siáticas que lograron romper este mito, lo hicieron en realidad gracias a una transformación del concepto de ‘Desarrollo Simple’ por uno de ‘Desarrollo Profundo’.

(*)
Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts en Economía Política Internacional Universidad de Tsukuba, Japón.
Master of Arts en Estudios Internacionales - Instituto de Estudios Internacionales - Universidad de Chile, Chile.


Chile en el eterno LIMBO de la Competitividad
Rodrigo Álvarez Valdés (*)

El último informe de competitividad dado a conocer por el World Economic Forum da a Chile un expectante lugar 22. Pero, y a pesar de esta ubicación, del informe es posible desprender que el país sigue anclado en el LIMBO de la Competitividad. Al mismo tiempo, queda claro que el país tiene mucho que hacer si pretende –seriamente- dar el último paso hacia el grupo de los países desarrollados.

Los informes y datos son para interpretarlos fríamente y desde esa perspectiva los resultados de este trabajo [a lo menos] invitan a cuestionarse el futuro de Chile en el mediano y largo plazo.
Los datos confirman una tendencia que el país viene demostrando desde hace tiempo. Los datos macroeconómicos presentan una seriedad y solvencia única superando, en ocasiones, a países desarrollados y entregando un claro ejemplo de competitvidad, quizás, deseado por otras naciones. Pero el crecimiento y desarrollo económico basado en ‘ventajas competitivas’ es un concepto complejo de llevar a la práctica y va mas allá del manejo de variables macroeconómicas.
El informe de Competitividad, es claro al destacar cual es el actual paradigma de crecimiento. Éste es reducido al uso y desarrollo tecnológico. Así, en pagina 4, el documento propone un cambio radical. Ya la pregunta a contestar y resolver no es cuáles son los determinantes del crecimiento del GDP; si no cuáles son los determinantes de la tasa del Progreso Tecnológico.

No se detiene ahí, y profundiza dividiendo a los países entre ‘core-innovators’, para los cuales el crecimiento es largamente guiado por su capacidad de innovar y están en la frontera de la tecnología. Y los países ‘non-inovators’, los que, a diferencia de los anteriores, dependen de la adopción tecnológica desde el exterior.

Cuando se toma en cuenta este concepto –apuntado por el estudio como el crucial del crecimiento y desarrollo moderno- entonces la competitividad de Chile sufre un dramático retroceso, y ya no se encuentra cerca de Israel (10), Irlanda (19), New Zealand (24) o España (25). Por el contrario, cuando se habla de la variable ‘Capacidad para Innovar” Chile obtiene un preocupante lugar 60, a mas de 34 lugares de aquellos países.

La lápida a nuestra real competitividad es dada en pagina 530. En esta se establece que Chile se ubica en el lugar 74 con relación a la ‘naturaleza de su ventaja competitiva’. Es decir, Chile produce y exporta principalmente productos de bajo valor agregado o considerados recursos naturales. Entonces, el país se sitúa lejos, muy lejos de naciones como Israel (8), Irlanda (20), España (27) o New Zealand (29).

Para los que saben sobre el tema, además, este punto debería abrir dos interrogantes. La primera es que países como Irlanda, Israel, España y New Zealand, han conducido de manera distinta la implementación y ‘timing’ del modelo de apertura. Estas naciones, al parecer, han moviendo real y efectivamente la producción local desde una producción basada desde ‘ventajas comparativas’ a ‘ventajas competitivas’. Y segundo, extraña comprobar que el World Economic Forum fusionara en un solo sub-índice [Nature of Competitive Advantage] dos conceptos tan importantes. Por un lado ‘ventaja comparativa’ [low cost or local natural resources] con el de ‘ventaja competitiva’ [unique products and processes] por el otro.

Finalmente, el trabajo agrega una nueva área sobre la cual existe una debilidad de carácter estructural mas que de diseño. La nueva luz de alerta apunta hacia las empresas y sobre sus cadenas de productivas. Por ejemplo, e inversamente proporcional a nuestra supuesta alta competitividad, nuestras empresas que venden internacionalmente tienen un pobre desarrollo de marcas internacionales y organización de ventas. Chile entonces tiene un ranking de 63 y cerca a él esta El Salvador, Trinidad y Tobago y Republica Dominicana. Pero muy distante de Irlanda (16), Israel (18), España (19) y New Zealand (26). El problema se agudiza cuando se analiza el resultado en la variable ‘Estado de Desarrollo de Clusters’ [pagina 524]. Chile ahora se ubica en el lugar 65 rodeado por Costa Rica, Tunisia, Namibia y Gambia. Mientras Irlanda se sitúa 7, Israel 26, España 35 y New Zealand 44. Y en la variable sobre la ‘Extensión de la colaboración entre Clusters’ Chile (57) esta por debajo de la media con una menos que moderada colaboración entre clusters. Irlanda es 12, Israel 23, New Zealand 28 y España 38.

Sin duda, estos datos y la comparación de ellos mas que alentar celebraciones anticipadas deberían hacer iniciar un estudio profundo y serio sobre como cerrar la brecha entre un país en desarrollo y el grupo de países desarrollados.

(*)
Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts en Economía Política Internacional Universidad de Tsukuba, Japón.
Master of Arts en Estudios Internacionales (c) - Instituto de Estudios Internacionales - Universidad de Chile, Chile.


El inevitable ‘ajuste’ del modelo económico chileno

[This article-opinion was published in newspaper La Segunda-online on 25/10/05]

Hemos sido testigos, en los últimos días, de un extraño proceso. Al parecer, y aún desconociendo sus reales objetivos y alcances, algunos personeros y representantes de la ‘elite’ política y económica chilena se han lanzado a reflexionar sobre lo que ellos han llamando el trabajo pendiente de un ‘ajuste del modelo’. Así lo han dejado ver, por ejemplo, el Presidente Ricardo Lagos, el empresario Felipe Lamarca, políticos de distintas tendencias y los candidatos a la presidencia.

Si bien el debate aún esta en una etapa primaria al centrarse en los problemas y soluciones de corto plazo, también es innegable no reconocer su importancia desde que puede ser el inicio para –conscientemente- mover el tema desde una esfera política transitoria a una esfera nacional de largo plazo.

Primero no quisiera iniciar este artículo sin reflexionar sobre la novedad de la discusión. Este es un debate que si bien pudiera ser considerado nuevo [o así pretenderlo] para nuestras ‘elites’, es el mismo que ha mantenido a la región latinoamericana en un estado de ‘efervescencia’ desde comienzo del siglo XXI. En esta perspectiva estamos atrasados cinco años en el debate de esta discusión. En efecto, los movimientos sociales, las crisis políticas y económicas y los cambios de corrientes ideológicas experimentados en Argentina, Brasil, Perú, Bolivia, Venezuela y Ecuador, denotan –claro que con un nivel de participación y movimiento social distinto al nuestro- que el modelo necesitaba y necesita de un ajuste.
Desde esta realidad no deja de extrañar la etiqueta de novedoso que se le quiere otorgar al debate. Sobre todo cuando ya en 2000 John Williamson –considerado el padre del llamado Consenso de Washington, el cual fue la base ideológica para el proceso de reordenamiento de las economías latinoamericanas durante la década de los 90’s- sostuvo que su set de reformas económicas había sido mal interpretadas al ser éstas vistas como sinónimo de ‘market fundamentalism’ versus ‘minimalist State’. Williamson sostuvo, entonces, que jamás el ‘Consenso de Washington’ promovió que la solución de los problemas sociales era tener la creencia de la superioridad universal del mercado. Del mismo modo extraña el que esta misma ‘elite’ -política y económica- que se codea con los trabajos de intelectuales provenientes de la Cepal desconociera, hasta hoy, que ellos han desarrollado decenas de trabajos y estudios que tienen en este punto [la necesidad de un ajuste al modelo económico en Chile] lo medular en sus análisis.

Resuelta ya la contemporaneidad del tema se hace posible avanzar hacia el fondo. Sin embargo, el fondo requiere una explicación y razonamiento más teórico que práctico el cual no afecta –y nunca ha afectado- la esencia del modelo neo-liberal, pero si permite su ajuste sin producir una sobre reacción de las ‘elites’.

En efecto el modelo neo-liberal promovido en Chile siempre ha contemplado una tercera etapa; la cual –y aún habiendo estado en inmejorable posición desde 1990- el país no ha sabido, no ha podido o simplemente no ha deseado moverse a ella.

Concordaremos que la primera etapa [con políticas de corto plazo] fue un proceso de estabilización económica la cual promovió ortodoxas políticas: fiscal y monetaria. La segunda etapa contempló políticas de mediano plazo para alcanzar un amplio y sólido ajuste estructural: liberalización, privatizaciones y desregulación. Estas dos etapas, dependiendo con el prisma que se les analice, se han cumplido. Es lo que llamamos –en el contexto internacional- nuestra carta de presentación desde que nos permite sostener y promover la idea de que -macro y micro económicamente- somos un país del primer mundo. La confirmación de ello fue el último informe del World Economic Forum donde fuimos ubicados en el lugar 22. Ubicación alcanzada, principalmente, por la solvencia de estas dos áreas.

Sin embargo, el actual debate nos exige un análisis sobre la etapa incumplida. La tercera etapa, así, contempla políticas de largo-plazo las cuales se sustentan en lo que se denomina ‘Micro-Foundations Public Policies’. En esencia esta etapa contempla el desarrollo armónico y consensuado de Políticas Publicas que permitirían movernos efectivamente desde un país que crece sobre la base de ‘ventajas comparativas’ a uno que lo hacen sobre la base de ‘ventajas competitivas’, característica –esta última- común en los países desarrollados.

Esta etapa pendiente es crítica y conflictiva para un país como el nuestro, el cual no se ha planteado durante los últimos 27 años reflexión alguna que involucre cambiar o ajustar un ápice su modelo de crecimiento. En esencia lo que deberíamos iniciar es una discusión con carácter multi-sectorial sobre cómo dejar de ser lo que se define un ‘Estado Rentista’ –habiendo claramente cumplido esa etapa en los comienzos de los 90’s- y estudiar de que forma intentamos promover lo que se define como un ‘Estado Desarrollista’, una de las bases del milagro económico de los países asiáticos. Así fue para Japón en la década de los 70’s, en los casos de Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong-Kong en los 80’s y para China en los 90’s. Otros ejemplos más contemporáneos, menos asiáticos y más cercanos a nuestra cultura son las experiencias de Australia y New Zealand. Ellos durante los 90’s sin tener el concepto del ‘Estado Desarrollista’ asiático puro, también han promovido –si bien con un Estado altamente eficiente- un rol estatal más comprometido y estratégico.

No se puede, sin embargo, confundir el ‘Estado Desarrollista’ asiático con el Estado todo poderoso que nos caracterizó durante los 50’s, 60’s y comienzos de los 70’s en Latinoamérica en general y en Chile en particular. Hacer esto seria tan insensato como confundir y/o comparar lo que fue durante esas décadas el ‘Welfare State’ de los países desarrollados con lo que fue ‘Estado de Compromiso’ en el caso de Chile.

Nada mas lejos de la intención de este artículo es promover una copia lineal del modelo asiático, lo cual –dicho sea de paso- sería simplemente imposible por una cuestión cultural. Lo que intento es plantear –encadenadas- dos etapas. La primera apunta a rescatar la forma en que el sector privado y el público han trabajado por el logro de metas de largo de plazo las cuales, promovidas por ‘micro-foundations public policies’, han permitido a los países asiáticos [mas Australia y New Zealand] instalarse dentro del grupo selecto de los países llamados ‘core-innovators’ [concepto que domina el actual paradigma de desarrollo] La segunda etapa apunta hacia un ‘ajuste de los estamentos y sectores del modelo’. Esta implica un ajuste técnico y estratégico de los actores políticos pero especialmente económicos los que tienen la obligación y responsabilidad de ‘modernizarse’ con el fin de un bien común más que uno personal.

(*)
Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón
Master of Arts en Estudios Internacionales [c] - Instituto de Estudios Internacionales - Universidad de Chile, Chile.

Monday, October 17, 2005


El Modelo se Defiende



La aparición de un cuarto presidenciable a la carrera por la Moneda a cambiado –al parecer en 180 grados- el cuadro de las próximas elecciones presidenciales. Lo que hasta hace una semana parecía un mero tramite [el triunfo de la concertación en las próximas elecciones presidenciales] ha cambiado súbitamente. Ahora, el panorama aparece –aunque no se acepte abiertamente- más complejo.

Sin embargo, y más allá del hecho, lo interesante es poder entender qué ha llevado a la Derecha a llamar a un ‘jugador’ que ha sido un eterno suplente al equipo ‘titular’. Y además con el ‘logo’ de ser el único capaz de salvar el juego.
La primera razón, ya ha sido latamente comentada. Lavín ha demostrado que no será capaz de disputar –como lo hizo en las últimas elecciones presidenciales- el voto ‘concertacionista’. Especialmente ese de la Democracia Cristina indecisa.
La segunda tesis la elaboró el PS y si bien válida, asume una confabulación entre la Democracia Cristiana y Renovación Nacional: el escenario de otro candidato derechista abriría la posibilidad de unas elecciones-primarias a cuatro bandas y entonces una segunda vuelta.

La tercera interpretación, es que seria una salida digna a un candidato ‘digno’. Levantar a Piñera no solo permitiría –ya sea en primarias o en las elecciones- a Lavín poder salir de la escena política en medio de un sólido juego democrático de la Alianza, sino que además dignamente derrotado. La ‘alianza’ en este sentido –gane o pierda las elecciones- saldría fortalecida.

La cuarta y última razón, sin embargo, está encubierta: la defensa al modelo económico. Lavín –en un intento desesperado por llegar a un universo de votantes distante de su área de influencia- se ha transformado en un peligro al modelo, en una verdadera ‘espina’ al mismo. Lavín habría iniciado un discurso que estaría poniendo en peligro las bases del neo-liberalismo. Una cosa es dar pasos regulados y ‘consensuados’ hacia una nueva ‘agenda/pacto social’ [por ejemplo, el 56 bis y la ley sobre royalties] y otra cosa muy distinta es intentar dar un giro brusco. Piñera, por el contrario, para la Derecha Económica representa una alternativa moderada de continuidad; él representar el éxito del modelo, la capacidad innovadora del mismo y en esencia al emprendedor que utilizando las reglas ha logrado llegar a la cúspide. Imagen que Lavín no proyecta.

Es por esto, que con la aparición de Piñera como candidato, no está en juego el legado autoritario del Pinochetismo en la Alianza, sino que lo que está en juego es el legado Ortodoxo del Modelo Económico.
(*)
Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón.
Master of Arts en Estudios Internacionales - Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, Chile.

Friday, October 14, 2005


Re-emergencia de la centro- izquierda: ¿respuesta latinoamérica al modelo neo-liberal?

Rodrigo Álvarez Valdés (*)
[This article-opinion was pusblished in La Segunda-Online newspaper on 13/04/05]


Pasados ya 15 años desde la ‘imposición’ del modelo neo-liberal en Latinoamérica, la actual situación política invita a una reflexión sobre lo que parece ser una tendencia indesmentible: la emergencia de fuerzas políticas de centro-izquierda como balance de las políticas económicas neoliberales surgidas en los 90’s.
Primero fue la experiencia asiática del crecimiento guiado por las exportaciones ( 60’s y 70’s ) Luego en los 80’s las experiencias de EE.UU., Inglaterra y Nueva Zelanda. No fue extraño, entonces, que para 1989 se concretara la idea ‘universalista del éxito’ del modelo ‘neo-liberal’. Así, y como el resto del mundo, Latinoamérica en los 90’s no quiso y no pudo estar ajena al cambio.
Los 80’s habían demostrado -en Latinoamérica- que el modelo ‘aislacionista’ había cumplido su ciclo. A diferencia del crecimiento del 6% experimentado entre 1950-80, la ‘década perdida’ ( 1981-89 ) mostraba un discreto PIB del 1,8%. Por el contrario, los 90’s –con el modelo ‘neo-liberal’- fueron testigos de un ‘repunte económico’ que generó un crecimiento promedio de 3,5%. Los nuevos datos demostraron que el nuevo modelo superaba los resultados conseguidos durante los 80’s; pero también mostraron que no se había recuperado el paso de las ‘décadas de oro’ ( 1950-80 )

Además, el nuevo modelo ha demostrado –como había sucedido con el anterior- tener deficiencias. Primero, su vulnerabilidad a los flujos de capital. Segundo, la extremada ínter-conectividad del sistema, lo cual permitía transformar crisis económicas locales en globales ( México 1995, Asia 1997 y Rusia 1998 ) Tercero, el nuevo modelo tampoco resolvió problemas endémicos como educación, salud y distribución del ingreso; finalmente, y a diferencia de lo que había postulado, el modelo destruyó casi por completo la inicial e incipiente industrialización alcanzada entre los 50’s y fines de los 70’s.

Como consecuencia, los países de la región habrían iniciado un proceso de re-lectura del modelo neo-liberal. Señal de esto ha sido el cambio experimentado –desde el fin de los 90’s- en las corrientes políticas que encabezan los gobiernos: Venezuela en 1998 ( Hugo Chávez –Partido Movimiento de la Quinta Republica de tendencia Izquierdista ) , Chile en 1999 ( Ricardo Lagos –del Partido por la Democracia y de tendencia Socialista ) , Brasil en 2003 ( Luiz Inácio Lula Da Silva –del Partido de los Trabajadores y de tendencia Socialista ) , Argentina en 2003 ( Néstor Carlos Kirchner –del Partido Peronista y de tendencia izquierdista ) , Bolivia en 2003 ( Carlos Mesa –reconocido emenerrista y de tendencia izquierdista ) , Paraguay en 2003 ( Nicanor Duarte –del Partido Colorado pero de la tendencia m á s conservadora del partido y ligada a una herencia estatista y populista del Paraguay ) , Ecuador en 2003 ( Lucio Gutiérrez Borbúa –del Partido Sociedad Patriótica del 21 de Enero y de tendencia populista de centro-izquierda] ) y en Uruguay en 2005 ( Tavare Vásquez –del Partido Izquierdista Frente Amplio y de tendencia Socialista ) En México, si bien aún permanece como una incógnita, ya existen voces que vaticinan que en las elecciones presidenciales de 2006 este país estaría girando hacia un gobierno de tendencia izquierdista. Así lo deja ver el avasallador avance del actual Jefe de del Distrito Federal mexicano, Andrés Manuel López Obrador; quien es visto como la alternativa a la actual línea pro libre mercado desarrollada por el Presidente Vicente Fox.

Sin embargo, el proceso no ha estado exento de profundas crisis de carácter social, política y económica. En Venezuela Hugo Chávez llegó al gobierno apoyado por el partido popular ‘Movimiento de la Quinta República’. Desde su arribo al poder , Chávez ha promovido políticas públicas que han intentado reformar áreas sensibles para el sector privado venezolano como para los intereses de las transnacionales (principalmente del sector petrolero y del sector agrario ); y se ha declarado contrario a los planes económicos promovidos por el FMI y el Banco Mundial.

En el caso de Brasil, la llegada en 2003 de Luiz Inácio Lula Da Silva al gobierno ha sido también interpretada como una ‘reacción’ al neoliberalismo. Lula Da Silva, quién recibió el apoyo del ‘Partido de los Trabajadores’, reemplazó a una heterodoxa coalición política integrada por dos partidos de centro-derecha ( Frente Liberal y Partido Laboral Brasilero ) y el partido social-democrático. Para Lula Da Silva, Brasil ha sido expuesto ( por el neoliberalismo ) a recetas económicas desastrosas, las cuales han dañado su capacidad productiva, debilitado la habilidad del estado para regular las fallas de mercado e incrementado su vulnerabilidad a las presiones y crisis internacionales.

En el caso de Argentina el cambio ha sido dramático. Sólo en 2003 con la llegada de Néstor Carlos Kirchner –y luego de un alto costo social, político y económico- la nación ha logrado ordenar y reorientar su modelo de crecimiento económico. Kirchner, desafiando los ‘consejos’ y ‘recomendaciones’ de las instituciones financieras internacionales anunci ó un cambio severo en las bases del modelo de crecimiento económico.

Bolivia, por su parte, está en la disyuntiva de proseguir con su idea de apertura a través de la ‘capitalización’ o dar el paso ( forzado por los intereses y las presiones de las transnacionales ) hacia un estado mas profundo de ‘privatización’. El dilema para el actual presidente de Bolivia Carlos Mesa no es sencillo de resolver. Mesa fue investido como presidente en el convencimiento de que temas tan sensibles como los acuerdos de libre comercio, la ley de hidrocarburos y la re-nacionalización de las empresas consideradas estratégicas ser í an resuel tos a favor de la sociedad boliviana y no en pro de los intereses del modelo neo-liberal.

No queda claro si ha sido una coincidencia, una paradoja o consecuencia del repunte de la economía internacional, no obstante los cambios experimentados en las líneas ideológicas de los distintos gobiernos han coincidido con un repunte en las economías de la región. Argentina creció 8.2% en 2004 , poniendo fin a cuatro años de desaceleración económica ( – 4.9% entre 1999 y 2002 ) Brasil creció un 5,2% en contraste con el moderado 3.4% alcanzado entre 2001 a 2003. Venezuela, por su parte, alcanzó un crecimiento del 18% recuperándose del –9.7% de 2003. Y Uruguay ( quizás empujado por el repunte de Argentina y Brasil ) crec ió un 12% dejando atrás el promedio de –5.4% experimentado entre 1999 y 2002.

Mas allá de los resultados económicos, para Latinoamérica este nuevo escenario es –sin duda- un enigma, desde que aún no esta claro si es que estamos presenciando sólo a una ‘calculada ilusión’ creada por el poder cambiante y amoldable del neo-liberalismo o estamos en presencia de una real ‘nueva centro-izquierda gobernante’ que tiene como su principal objetivo el ‘humanizar’ el ya probado sistema ‘neo-liberal rentista’ o el intentar cambiar totalmente el actual sistema cerrando un ciclo.

(*)
Doctorando en Estudios Políticos. Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts in International Political Economy, Universidad de Tsukuba, Japan.
Master of Arts en Estudios Internacionales (c), Universidad de Chile, Chile.

Chile y su Incompleta Transición

La elección -casi totalmente segura, según las encuestas- de un nuevo gobierno de la Concertación extendería por otros cuatro años el fin de la ‘transición’ en nuestro país. En este sentido, claramente, las declaraciones de los gobiernos de Aylwin, Frei y recientemente del Presidente Lagos, todos los cuales de una u otra manera han decretado el fin de este proceso, han evitado conciente o inconscientemente una definición compleja del término y lo han dejado al proceso en un estado ‘limbico’.

Lo que entendemos por ‘transición’ ha sido –en esencia- un discurso político que ha ido y venido en uno y en cada uno de los últimos gobiernos desde la vuelta de la democracia en 1990. Así, gracias a las únicas elecciones plenamente democráticas, abiertas e informadas desde 1989, hemos presenciado la ‘consolidación de la democracia’ pero no necesariamente -con ello- la consolidación del ‘régimen democrático’. En esencia –y parafraseando a O’Donnell- lo que hemos hecho hasta ahora es consolidar lo que se denomina un estado de democracia ‘mínimo’: libertad para formar y ser parte de organizaciones, libertad de expresión, derecho a voto, ser elegible para cargos públicos, derecho de ser elegido como un líder publico, existencia de fuentes alternativas de información y la posibilidad de elecciones libres e informadas.

Hasta ahora la mayor parte del debate ha apuntado a los alcances más conocidos y lógicos sobre el tema, distinguiéndose tres corrientes. En un sector quienes fusionaron el fin de la ‘transición’ con la re-articulación del Estado de Derecho durante el periodo 1990 – 1994. Luego aquellos que confundieron el fin de la ‘transición’ con la nueva vitalidad que demostraba la institucionalidad, la cual había asegurado la continuidad del juego democrático durante el período 1994 – 2000. Y, finalmente, quienes durante el periodo 2000 – 2005 han sostenido que la ‘transición’ ha terminado con la eliminación de los últimos enclaves antidemocráticos y dictatoriales que aún existían y los cuales permitieron hasta hace poco estar aún en presencia de una ‘democradura’ o lo que también se definió como una ‘democracia protegida’ o ‘tutelada’.

En efecto todo estos cambios -durante los quince años de gobiernos de la concertación- son claves y parte importante de lo que podríamos definir como el fin de la ‘transición del poder’ o el fin de la ‘transición de la gobernabilidad’. Estamos presenciando, en consecuencia, el cierre de una etapa que permite sostener en el corto y mediano plazo que no existe posibilidad alguna de un repentino quiebre de nuestra institucionalidad democrática.

Sin embargo, nada más cierto –también- es poder sostener que aún estamos lejos del cierre de la ‘transición’ en una definición más amplia. El concepto complejo de la misma va más allá de la etapa, al parecer, cumplida de traspaso total de ‘poder y gobernabilidad’, y se interna en las áreas aún innavegables de lo que se puede denominar ‘transición secuencial’, la cual incluye una ‘transición’ económica, una etnosocial y una política.

La ‘transición económica’ [o redistribución económica] apunta a la posibilidad de otorgar igual posibilidad de beneficios a la sociedad gracias a los bienes y servicios producidos por ella misma: riqueza, ingresos, educación, salud, vivienda, tiempo libre, autonomía, prestigio y auto-desarrollo. La ‘transición etnosocial’ [o redistribución de representatividad] comprende el desarrollo de la sociedad civil, y donde la creación de alternativas ideológicas-políticas y el reconocimiento de minorías étnicas y sexuales tiene un rol central.

La ‘transición política’ -sea difícil o no aceptar- implica necesariamente, a lo menos por un período, la ‘alternancia en el poder’. No me refiero a la idea de la ‘alternancia del poder’ en su forma minimalista la cual, de acuerdo a algunos sectores, postula una lectura reduccionista de una vez tú y una vez yo en el poder. Tampoco me refiero a la idea de la ‘alternancia del poder’ como una herramienta política la cual apunta a evitar y/o contener la corrupción. En sí mismo, lo que esta en juego con un proceso de ‘alternancia en el poder’ es, en el caso chileno, el fin de la ‘transición política’. Desde esta perspectiva la institucionalidad democrática desarrollada desde 1990 debería demostrar su fortaleza soportando un cambio total, tanto ideológico como ético, de la estructura de poder.

Si bien comparto la tesis de que un periodo ‘transitivo’ activa estados de creatividad, también sostengo que la ‘transición’ no puede ser vista como un fin en sí misma o ser perpetuada ‘per se’ desde que un estado ‘transitivo’ permanente tiende a profundizar las divisiones y eliminar en el mediano y largo plazo la creatividad.

Es precisamente esto último lo que ha llevado a los tres gobiernos de la concertación ha declarar el fin de la ‘transición’ desde tres perspectivas distintas.

(*)
Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba [Japón]
Master of Arts en Estudios Internacionales (c) - Instituto de Estudios Internacionales - Universidda de Chile [Chile]