[This article-opinion was published in newspaper La Segunda-online on 25/10/05]
Si bien el debate aún esta en una etapa primaria al centrarse en los problemas y soluciones de corto plazo, también es innegable no reconocer su importancia desde que puede ser el inicio para –conscientemente- mover el tema desde una esfera política transitoria a una esfera nacional de largo plazo.
Primero no quisiera iniciar este artículo sin reflexionar sobre la novedad de la discusión. Este es un debate que si bien pudiera ser considerado nuevo [o así pretenderlo] para nuestras ‘elites’, es el mismo que ha mantenido a la región latinoamericana en un estado de ‘efervescencia’ desde comienzo del siglo XXI. En esta perspectiva estamos atrasados cinco años en el debate de esta discusión. En efecto, los movimientos sociales, las crisis políticas y económicas y los cambios de corrientes ideológicas experimentados en Argentina, Brasil, Perú, Bolivia, Venezuela y Ecuador, denotan –claro que con un nivel de participación y movimiento social distinto al nuestro- que el modelo necesitaba y necesita de un ajuste.
Resuelta ya la contemporaneidad del tema se hace posible avanzar hacia el fondo. Sin embargo, el fondo requiere una explicación y razonamiento más teórico que práctico el cual no afecta –y nunca ha afectado- la esencia del modelo neo-liberal, pero si permite su ajuste sin producir una sobre reacción de las ‘elites’.
En efecto el modelo neo-liberal promovido en Chile siempre ha contemplado una tercera etapa; la cual –y aún habiendo estado en inmejorable posición desde 1990- el país no ha sabido, no ha podido o simplemente no ha deseado moverse a ella.
Concordaremos que la primera etapa [con políticas de corto plazo] fue un proceso de estabilización económica la cual promovió ortodoxas políticas: fiscal y monetaria. La segunda etapa contempló políticas de mediano plazo para alcanzar un amplio y sólido ajuste estructural: liberalización, privatizaciones y desregulación. Estas dos etapas, dependiendo con el prisma que se les analice, se han cumplido. Es lo que llamamos –en el contexto internacional- nuestra carta de presentación desde que nos permite sostener y promover la idea de que -macro y micro económicamente- somos un país del primer mundo. La confirmación de ello fue el último informe del World Economic Forum donde fuimos ubicados en el lugar 22. Ubicación alcanzada, principalmente, por la solvencia de estas dos áreas.
Sin embargo, el actual debate nos exige un análisis sobre la etapa incumplida. La tercera etapa, así, contempla políticas de largo-plazo las cuales se sustentan en lo que se denomina ‘Micro-Foundations Public Policies’. En esencia esta etapa contempla el desarrollo armónico y consensuado de Políticas Publicas que permitirían movernos efectivamente desde un país que crece sobre la base de ‘ventajas comparativas’ a uno que lo hacen sobre la base de ‘ventajas competitivas’, característica –esta última- común en los países desarrollados.
Esta etapa pendiente es crítica y conflictiva para un país como el nuestro, el cual no se ha planteado durante los últimos 27 años reflexión alguna que involucre cambiar o ajustar un ápice su modelo de crecimiento. En esencia lo que deberíamos iniciar es una discusión con carácter multi-sectorial sobre cómo dejar de ser lo que se define un ‘Estado Rentista’ –habiendo claramente cumplido esa etapa en los comienzos de los 90’s- y estudiar de que forma intentamos promover lo que se define como un ‘Estado Desarrollista’, una de las bases del milagro económico de los países asiáticos. Así fue para Japón en la década de los 70’s, en los casos de Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong-Kong en los 80’s y para China en los 90’s. Otros ejemplos más contemporáneos, menos asiáticos y más cercanos a nuestra cultura son las experiencias de Australia y New Zealand. Ellos durante los 90’s sin tener el concepto del ‘Estado Desarrollista’ asiático puro, también han promovido –si bien con un Estado altamente eficiente- un rol estatal más comprometido y estratégico.
No se puede, sin embargo, confundir el ‘Estado Desarrollista’ asiático con el Estado todo poderoso que nos caracterizó durante los 50’s, 60’s y comienzos de los 70’s en Latinoamérica en general y en Chile en particular. Hacer esto seria tan insensato como confundir y/o comparar lo que fue durante esas décadas el ‘Welfare State’ de los países desarrollados con lo que fue ‘Estado de Compromiso’ en el caso de Chile.
Nada mas lejos de la intención de este artículo es promover una copia lineal del modelo asiático, lo cual –dicho sea de paso- sería simplemente imposible por una cuestión cultural. Lo que intento es plantear –encadenadas- dos etapas. La primera apunta a rescatar la forma en que el sector privado y el público han trabajado por el logro de metas de largo de plazo las cuales, promovidas por ‘micro-foundations public policies’, han permitido a los países asiáticos [mas Australia y New Zealand] instalarse dentro del grupo selecto de los países llamados ‘core-innovators’ [concepto que domina el actual paradigma de desarrollo] La segunda etapa apunta hacia un ‘ajuste de los estamentos y sectores del modelo’. Esta implica un ajuste técnico y estratégico de los actores políticos pero especialmente económicos los que tienen la obligación y responsabilidad de ‘modernizarse’ con el fin de un bien común más que uno personal.
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