El último informe de competitividad dado a conocer por el World Economic Forum da a Chile un expectante lugar 22. Pero, y a pesar de esta ubicación, del informe es posible desprender que el país sigue anclado en el LIMBO de la Competitividad. Al mismo tiempo, queda claro que el país tiene mucho que hacer si pretende –seriamente- dar el último paso hacia el grupo de los países desarrollados.
Los informes y datos son para interpretarlos fríamente y desde esa perspectiva los resultados de este trabajo [a lo menos] invitan a cuestionarse el futuro de Chile en el mediano y largo plazo.
El informe de Competitividad, es claro al destacar cual es el actual paradigma de crecimiento. Éste es reducido al uso y desarrollo tecnológico. Así, en pagina 4, el documento propone un cambio radical. Ya la pregunta a contestar y resolver no es cuáles son los determinantes del crecimiento del GDP; si no cuáles son los determinantes de la tasa del Progreso Tecnológico.
No se detiene ahí, y profundiza dividiendo a los países entre ‘core-innovators’, para los cuales el crecimiento es largamente guiado por su capacidad de innovar y están en la frontera de la tecnología. Y los países ‘non-inovators’, los que, a diferencia de los anteriores, dependen de la adopción tecnológica desde el exterior.
Cuando se toma en cuenta este concepto –apuntado por el estudio como el crucial del crecimiento y desarrollo moderno- entonces la competitividad de Chile sufre un dramático retroceso, y ya no se encuentra cerca de Israel (10), Irlanda (19), New Zealand (24) o España (25). Por el contrario, cuando se habla de la variable ‘Capacidad para Innovar” Chile obtiene un preocupante lugar 60, a mas de 34 lugares de aquellos países.
La lápida a nuestra real competitividad es dada en pagina 530. En esta se establece que Chile se ubica en el lugar 74 con relación a la ‘naturaleza de su ventaja competitiva’. Es decir, Chile produce y exporta principalmente productos de bajo valor agregado o considerados recursos naturales. Entonces, el país se sitúa lejos, muy lejos de naciones como Israel (8), Irlanda (20), España (27) o New Zealand (29).
Para los que saben sobre el tema, además, este punto debería abrir dos interrogantes. La primera es que países como Irlanda, Israel, España y New Zealand, han conducido de manera distinta la implementación y ‘timing’ del modelo de apertura. Estas naciones, al parecer, han moviendo real y efectivamente la producción local desde una producción basada desde ‘ventajas comparativas’ a ‘ventajas competitivas’. Y segundo, extraña comprobar que el World Economic Forum fusionara en un solo sub-índice [Nature of Competitive Advantage] dos conceptos tan importantes. Por un lado ‘ventaja comparativa’ [low cost or local natural resources] con el de ‘ventaja competitiva’ [unique products and processes] por el otro.
Finalmente, el trabajo agrega una nueva área sobre la cual existe una debilidad de carácter estructural mas que de diseño. La nueva luz de alerta apunta hacia las empresas y sobre sus cadenas de productivas. Por ejemplo, e inversamente proporcional a nuestra supuesta alta competitividad, nuestras empresas que venden internacionalmente tienen un pobre desarrollo de marcas internacionales y organización de ventas. Chile entonces tiene un ranking de 63 y cerca a él esta El Salvador, Trinidad y Tobago y Republica Dominicana. Pero muy distante de Irlanda (16), Israel (18), España (19) y New Zealand (26). El problema se agudiza cuando se analiza el resultado en la variable ‘Estado de Desarrollo de Clusters’ [pagina 524]. Chile ahora se ubica en el lugar 65 rodeado por Costa Rica, Tunisia, Namibia y Gambia. Mientras Irlanda se sitúa 7, Israel 26, España 35 y New Zealand 44. Y en la variable sobre la ‘Extensión de la colaboración entre Clusters’ Chile (57) esta por debajo de la media con una menos que moderada colaboración entre clusters. Irlanda es 12, Israel 23, New Zealand 28 y España 38.
Sin duda, estos datos y la comparación de ellos mas que alentar celebraciones anticipadas deberían hacer iniciar un estudio profundo y serio sobre como cerrar la brecha entre un país en desarrollo y el grupo de países desarrollados.
(*)
Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts en Economía Política Internacional Universidad de Tsukuba, Japón.
Master of Arts en Estudios Internacionales (c) - Instituto de Estudios Internacionales - Universidad de Chile, Chile.
2 Comments:
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