Monday, March 20, 2006

La pregunta que se hacía en 1924 Karl Haushofer en su obra titulada “Geopolítica del Pacifico” comienza –definitivamente- a tener una respuesta. Este autor alemán proyectaba entonces que para el siglo XXI el centro político y económico del mundo estaría en el Océano Pacífico.

Para él era claro, entonces, que en el cuadrante noroccidental el dominador sería Estados Unidos de América, en la nororiental China, en el suroriental Australia. Sin embargo, el país dominador del cuadrante suroccidental no le era del todo claro; pero, supuso, que Chile se proyectaría como la más viable alternativa.
Ochenta y dos años más tarde nuestro país ha demostrado que no sólo es la mejor alternativa, sino que la única. Efectivamente la firma del TLC con China, además de cerrar un ciclo de la política exterior chilena hacia Asia-Pacífico, al mismo tiempo ha obligado a nuestro país a abrir uno nuevo período. Confirmando, de paso, que el futuro comercial de Chile no está sólo relacionado, sino que esta encadenado a la región.
Comenzando 2006 ya hemos concretado acuerdos económicos por el frente nororiental con China y Corea del Sur, por el noroccidental con USA, Canadá y México y por el Suroriental con Nueva Zelanda, Singapur y Brunei Darussalam. Como sostiene Roberto de Andraca, presidente del Comité Chileno-Japón, esfuerzos dobles deberán ser desplegados durante el período del gobierno de Michelle Bachelet para concretar las iniciativas de los nuevos TLC’s con Japón e India.
Las proyecciones y beneficios que el país podría alcanzar como resultado de estos acuerdos han sido extensamente analizados. En este sentido, Asia-Pacifico representa el 35 por ciento de la superficie continental e insular del planeta, posee aproximadamente reservas equivalentes al 50 por ciento del gas natural y uranio del mundo, del mismo modo concentra las mayores reservas de níquel, estaño y cobre, genera la mitad de la producción mundial de carbón y es poseedor de una de las mayores reservas de recursos vivos del mundo. APEC, por su parte, ha logrado transformar la interconectividad económica, tecnológica y política de la regional en una estructura multilateral y culturalmente viable y organizada. Se calcula que el intercambio comercial generado en APEC representa el 56% del GDP mundial y donde se transa casi el 48% del comercio mundial.
Un análisis desagregado de la región nos permite visualizar de mejor manera las proyecciones antes mencionadas. Por ejemplo, en esta zona se encuentran 8 de las 15 más grandes economías del mundo: Estados Unidos, Japón, China, Canadá, México, Corea del Sur, India y Australia. Del mismo modo, se localizan algunas de las economías de mayor crecimiento sostenido durante los últimos 24 años: China 10 %, Singapur 7.1%, Corea del Sur 6.9%, Tailandia 6.3% e India 6%.
Sin embargo, Chile enfrenta dos problemas que debe resolver a la brevedad. El primero dice relación con el proceso de consolidación de Chile como plataforma de entrada de las exportaciones de los países asiáticos hacia América del Sur. No cabe duda que en este punto se da una clara dicotomía entre la modernización de infraestructura (terrestre, portuaria y aérea) y de tecnología, alcanzada durante los últimos 10 años, y la clara deficiencia que tenemos de una masa crítica académica, intelectual y empresarial capaz de abordar tal desafió.
En segundo lugar, y derivado del punto anterior, se necesita (como es la costumbre asiática) visualizar la profundización de nuestras relaciones bilaterales pensando en el mediano y largo plazo. Por ejemplo, aún es tiempo para anticiparse y proyectar lo que China desde hoy hasta el año 2040, para cuando se asume que estará junto a Estados Unidos disputando la supremacía de la economía más grande del mundo, necesitará. Un trabajo similar debería ser pensado con India, país el cual es considerado por los británicos como el más cercano competidor después de China, y que para 2040 debería haber superado a Alemania, Francia e Inglaterra ubicándose en el lugar 3 de las economías mundiales. Sólo así, lograremos transformar las oportunidades derivadas de los TLC’s firmados con países Asiáticos en una paso efectivo para ofrecer algo mas que materias primas y recursos naturales.
Sin embargo, el estudio y difusión del Asia-Pacífico requiere de un violento despertar del sector empresarial en general y universitario y académico en particular. Por ejemplo, no debería haber universidad -estatal y/o privada- que no contara con un departamento Asia-Pacífico. Desde que, precisamente, la diversidad de la región la transforma en un gran número de distintas realidades, se hace imperativo el que aprendamos a entenderla de manera global y desagregada al mismo tiempo.
A modo de breve ejemplo, decir que en la región Asia-Pacífico se calculan que existen cerca de mil doscientos dialectos e idiomas distintos en uso. Cohabitan el budismo, el shintoismo, el islamismo, el cristianismo y el confucianismo, además de otras creencias de minorías étnicas y pueblos originarios. De la misma forma, es aquí donde se desarrollan las siempre delicadas y tensas relaciones bilaterales. En otro ámbito, es aquí también donde el mundo -literalmente- se renueva tecnológicamente cada tres meses (eso es lo que le toma a la industria japonesa sacar un producto nuevo al mercado). Igualmente interesantes son las demandas no resueltas de pueblos originarios e indígenas. En este sentido, la Polinesia y su aún incompleto proceso de descolonización, está viva y demandando cambios profundos, muchos de los cuales son completamente desconocidos para nosotros.
Desde esta perspectiva Asia-Pacífico representa y demanda un conocimiento que a todas luces, en el caso de Chile, es precario. La región así ofrece una gama de procesos económicos, políticos y sociales sobre los cuales debemos, con urgencia, interiorizarnos.
La conquista del Asia-Pacífico necesita de una cirugía mayor. Primero, la designación de cualquier representante chileno en Asia, debería ser considerada con la más alta distinción. Segundo, se debe desarrollar una política de reclutamiento intelectual y empresarial, interconectando a todos aquellos que hemos o estamos interactuado con las culturas de Asia-Pacifico (viviendo, estudiando, negociando o investigando) y, por último, hay que entregar el sitial que les corresponde a ese reducidísimo número de destacadísimos académicos que han, por años, vivido en países como China, India, Japón, Corea y Singapur, también como en Australasia.

(*)Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón

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