Friday, March 31, 2006


Competitividad Internacional y Educación



El último tiempo ha estado marcado por análisis, tanto de educandos como educados, sobre los alcances en el corto plazo que deberían tener para los intereses de Chile los resultados obtenido en materia educacional. Así, entonces, entre otros, destacados profesores, rectores, políticos y autoridades de gobierno han analizado y reflexionado sobre este tema. Primero fue el turno de la prueba SIMCE y luego la PSU. Sin embargo, en ambos la reflexión ha apuntado a la etapa inicial del proceso educativo: educación Básica y Media.

Efectivamente, hasta hoy pareciera que el análisis no ha querido [quizás por falta de fuentes] avanzar a etapas superiores y, por que no decirlo, que han sido consideradas íconos de nuestra historia republicana. Dicho claramente ¿por qué no adentrarnos al mito de la excelencia de nuestra educación superior? o ¿por qué no analizar sus problemas estructurales actuales?. El tema, si bien políticamente sensible, es también como los otros casos claramente crucial para nuestros objetivos de mediano y largo plazo. Desde esta perspectiva, es un dato dado que el movimiento desde las etapas iniciales de micro y macro competitividad a la de una etapa de generación de políticas publicas de micro-fundamentos, necesitan entre otros pilares una EDUCACIÓN SUPEIOR de calidad INTERNACIONAL.

Es por lo anterior que desde mi perspectiva el debate actual debería trascender el ámbito de la calidad e inequidad que se observa entre la educación publica y la privada. El tema, entonces, ya no es sobre los resultados obtenidos en las pruebas de lenguaje y/o matemáticas o cuál es el porcentaje de alumnos provenientes de colegios privados versus públicos que acceden a nuestro sistema de educación superior. El tema, es si estos profesionales serán capaces de competir entre la elite mundial. Lo cual, sin duda y más allá de si la entidad es Estatal, Semi-estatal o Privada, estará directamente relacionado con la calidad de ellas mismas.

El análisis se transforma en decisivo al comprobar que, por un lado, la creación y desarrollo de un ambiente competitivo de tercera generación no llega por añadidura a los ya más que usados y señalados logros macro-económicos y, por el otro, que el desarrollo de una plataforma de innovación y desarrollo tecnológico no es un simple proceso de copia como resultado de una política de apertura comercial.
Así, entonces, acostumbrados a escuchar que nuestra educación universitaria es internacionalmente reconocida, ahora dos nuevos informes sobre Excelencia y Competitividad Educacional vuelven a remecernos y a poner en duda la real capacidad que Chile posee para promover una sociedad no tan sólo internacionalmente más competitiva, sino que también más justa. Los nuevos reportes confirman que las bases de nuestra competitividad parecieran no estar a la altura de las exigencias que la lógica del mercado internacional demanda de un país dinámico y con pretensiones de transformarse en desarrollado en el mediano plazo.

Emanados, respectivamente, desde el ‘Academic Ranking of World Universities’ [dependiente de Shanghai Jiao Tong University-China http://ed.sjtu.edu.cn/ranking.htm] y el World University Rankings: who’s up / who’s down [dependiente de ‘The higher education supplement-uk http://www.thes.co.uk/] Chile –literalmente- no tiene presencia ni peso en el contexto de la formación y estructura de la educación universitaria y técnica mundial.

El ranking 2005 realizado por la Universidad de Shangai, el cual utiliza como parte de su metodología calidad de la educación, calidad de las facultades, producción de investigación y tamaño de la institución, considera sólo a una Institución Chilena entre las top 500 universidades en el mundo: la Universidad de Chile en el lugar 362. En el contexto latinoamericano Brasil destaca con cuatro universidades siendo la Universidad de Sao Paulo la mejor ubicada en el lugar 147; luego están las universidades de Campinas 254, Federal de Río de Janeiro 365 y la Estadual Paulista 462. México, por su parte esta presente con la Universidad Nacional Autónoma de México en el lugar 188 y Argentina ubica a la Universidad de Buenos Aires en el lugar 247.

Sin embargo, y siguiendo la lógica de los discursos previos a las elecciones, sin importar candidato o tendencia, se hace también necesario hacer una comparación con aquellos países que teóricamente deberíamos estudiar para alcanzar el objetivo del desarrollo económico. Bien, en ese caso y de acuerdo con este estudio, el resultado invita a reflexionar. Australia, por ejemplo, con 20 millones de habitantes, tiene 14 universidades entre las top 500; Holanda, con 16 millones, posee 12; Bélgica, con 10 millones, presenta 7; Austria, con 8 millones, ostenta 6; Suiza, con 7.5 millones, exhibe 8; Israel, con 7 millones, posee 7; Dinamarca, con 5.5 millones, muestra 5; Finlandia, con 5 millones, tiene 5; Singapur, con 4.5 millones, alcanza a 2; New Zealand, con 4 millones, muestra 5; Suecia, con 800 mil, tiene 11 y Noruega, con 380 mil, posee 4. Además, ya sea por una simple correlación o por una estratégica coincidencia todos estos países son considerados entre el grupo selecto de las 25 naciones core-innnovators.

Por el otro lado, el estudio realizado por el World University Ranking [2005], tampoco aporta muy alentadores resultados. En este estudio, el cual reduce el margen de excelencia a sólo las 200 primeras universidades, no hay ninguna Universidad Chilena que alcance los requerimientos mínimos para estar entre las top. En el ámbito latinoamericano sólo destacan las Universidad Nacional Autónoma de México en el lugar 95 y la Universidad Brasilera de Sao Paulo en la posición 196. Si bien la mayoría de los países de los cuales deberíamos aprender sufren una merma, su participación sigue siendo significativa. Australia tiene 16 universidades, Holanda 10, Suecia 5, Suiza 7, mientras que Israel, Dinamarca, Austria, New Zealand y Bélgica 3; finalmente Finlandia 2 y Noruega 1. Sin embargo, y gracias a que este estudio es de característica mas desagregado que el anterior, cabe destacar que la Universidad Católica de Chile en la categoría Departamento de Artes y Humanidades, logra el lugar 48 entre las top 50.

También es importante destacar que entre las 50 Universidad top en Ciencia, Australia tiene 5, Dinamarca 2; mientras Suiza, Holanda y Singapur 1. Entre las top 50 en Tecnología, Suiza y Singapur tienen 2 cada uno y Holanda, Israel, Austria, Bélgica y New Zealand 1. Finalmente entre las top 50 en Biomedicina Australia posee 7 universidades, New Zealand 2 y Suiza, Austria, Finlandia y Singapur 1. Pero Chile no aparece entre ellas.

Quizás, entonces, es que sea tiempo para agregar a nuestra agenda de discusiones y análisis de qué manera ya no sólo abordamos los problemas de inequidad que se derivan de los resultados de la última PSU y los problemas de calidad de la enseñanza que se desprenden luego de desmenuzar los resultados de SIMCE 2005. También, se hace prioritario ver de qué manera logramos transformar nuestro sistema de educación superior a uno que logre la categoría de ser internacionalmente competitivo y reconocido. Para eso ya no basta con hablar sobre éste o ese país como modelo a seguir. Ahora, por ejemplo, deberíamos destinar parte del superávit estructural y enviar a nuestros profesionales a estudiar que se ha hecho en estos países en esta materia e intentar reproducir [no linealmente] aquellas experiencias.

Así, como resultado de un análisis serio y no comprometido de estos dos nuevos informes sobre educación superior y competitividad educacional internacional, es claro que ya no basta con los años de historia, con el conservadurismo educacional o con una reforma de educación superior, la cual sea dicho de paso, se quedó sólo en la apertura y captación del mercado local, pero que olvidó o –definitivamente- no sabe cómo salir a competir en el exterior.

Rodrigo Álvarez Valdés
Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón.

[e-mail: rodrigoz2004@yahoo.co.nz]
[Pagina Blog: http://rodrigoalvarezvaldes.blogspot.com/]

Monday, March 20, 2006

La pregunta que se hacía en 1924 Karl Haushofer en su obra titulada “Geopolítica del Pacifico” comienza –definitivamente- a tener una respuesta. Este autor alemán proyectaba entonces que para el siglo XXI el centro político y económico del mundo estaría en el Océano Pacífico.

Para él era claro, entonces, que en el cuadrante noroccidental el dominador sería Estados Unidos de América, en la nororiental China, en el suroriental Australia. Sin embargo, el país dominador del cuadrante suroccidental no le era del todo claro; pero, supuso, que Chile se proyectaría como la más viable alternativa.
Ochenta y dos años más tarde nuestro país ha demostrado que no sólo es la mejor alternativa, sino que la única. Efectivamente la firma del TLC con China, además de cerrar un ciclo de la política exterior chilena hacia Asia-Pacífico, al mismo tiempo ha obligado a nuestro país a abrir uno nuevo período. Confirmando, de paso, que el futuro comercial de Chile no está sólo relacionado, sino que esta encadenado a la región.
Comenzando 2006 ya hemos concretado acuerdos económicos por el frente nororiental con China y Corea del Sur, por el noroccidental con USA, Canadá y México y por el Suroriental con Nueva Zelanda, Singapur y Brunei Darussalam. Como sostiene Roberto de Andraca, presidente del Comité Chileno-Japón, esfuerzos dobles deberán ser desplegados durante el período del gobierno de Michelle Bachelet para concretar las iniciativas de los nuevos TLC’s con Japón e India.
Las proyecciones y beneficios que el país podría alcanzar como resultado de estos acuerdos han sido extensamente analizados. En este sentido, Asia-Pacifico representa el 35 por ciento de la superficie continental e insular del planeta, posee aproximadamente reservas equivalentes al 50 por ciento del gas natural y uranio del mundo, del mismo modo concentra las mayores reservas de níquel, estaño y cobre, genera la mitad de la producción mundial de carbón y es poseedor de una de las mayores reservas de recursos vivos del mundo. APEC, por su parte, ha logrado transformar la interconectividad económica, tecnológica y política de la regional en una estructura multilateral y culturalmente viable y organizada. Se calcula que el intercambio comercial generado en APEC representa el 56% del GDP mundial y donde se transa casi el 48% del comercio mundial.
Un análisis desagregado de la región nos permite visualizar de mejor manera las proyecciones antes mencionadas. Por ejemplo, en esta zona se encuentran 8 de las 15 más grandes economías del mundo: Estados Unidos, Japón, China, Canadá, México, Corea del Sur, India y Australia. Del mismo modo, se localizan algunas de las economías de mayor crecimiento sostenido durante los últimos 24 años: China 10 %, Singapur 7.1%, Corea del Sur 6.9%, Tailandia 6.3% e India 6%.
Sin embargo, Chile enfrenta dos problemas que debe resolver a la brevedad. El primero dice relación con el proceso de consolidación de Chile como plataforma de entrada de las exportaciones de los países asiáticos hacia América del Sur. No cabe duda que en este punto se da una clara dicotomía entre la modernización de infraestructura (terrestre, portuaria y aérea) y de tecnología, alcanzada durante los últimos 10 años, y la clara deficiencia que tenemos de una masa crítica académica, intelectual y empresarial capaz de abordar tal desafió.
En segundo lugar, y derivado del punto anterior, se necesita (como es la costumbre asiática) visualizar la profundización de nuestras relaciones bilaterales pensando en el mediano y largo plazo. Por ejemplo, aún es tiempo para anticiparse y proyectar lo que China desde hoy hasta el año 2040, para cuando se asume que estará junto a Estados Unidos disputando la supremacía de la economía más grande del mundo, necesitará. Un trabajo similar debería ser pensado con India, país el cual es considerado por los británicos como el más cercano competidor después de China, y que para 2040 debería haber superado a Alemania, Francia e Inglaterra ubicándose en el lugar 3 de las economías mundiales. Sólo así, lograremos transformar las oportunidades derivadas de los TLC’s firmados con países Asiáticos en una paso efectivo para ofrecer algo mas que materias primas y recursos naturales.
Sin embargo, el estudio y difusión del Asia-Pacífico requiere de un violento despertar del sector empresarial en general y universitario y académico en particular. Por ejemplo, no debería haber universidad -estatal y/o privada- que no contara con un departamento Asia-Pacífico. Desde que, precisamente, la diversidad de la región la transforma en un gran número de distintas realidades, se hace imperativo el que aprendamos a entenderla de manera global y desagregada al mismo tiempo.
A modo de breve ejemplo, decir que en la región Asia-Pacífico se calculan que existen cerca de mil doscientos dialectos e idiomas distintos en uso. Cohabitan el budismo, el shintoismo, el islamismo, el cristianismo y el confucianismo, además de otras creencias de minorías étnicas y pueblos originarios. De la misma forma, es aquí donde se desarrollan las siempre delicadas y tensas relaciones bilaterales. En otro ámbito, es aquí también donde el mundo -literalmente- se renueva tecnológicamente cada tres meses (eso es lo que le toma a la industria japonesa sacar un producto nuevo al mercado). Igualmente interesantes son las demandas no resueltas de pueblos originarios e indígenas. En este sentido, la Polinesia y su aún incompleto proceso de descolonización, está viva y demandando cambios profundos, muchos de los cuales son completamente desconocidos para nosotros.
Desde esta perspectiva Asia-Pacífico representa y demanda un conocimiento que a todas luces, en el caso de Chile, es precario. La región así ofrece una gama de procesos económicos, políticos y sociales sobre los cuales debemos, con urgencia, interiorizarnos.
La conquista del Asia-Pacífico necesita de una cirugía mayor. Primero, la designación de cualquier representante chileno en Asia, debería ser considerada con la más alta distinción. Segundo, se debe desarrollar una política de reclutamiento intelectual y empresarial, interconectando a todos aquellos que hemos o estamos interactuado con las culturas de Asia-Pacifico (viviendo, estudiando, negociando o investigando) y, por último, hay que entregar el sitial que les corresponde a ese reducidísimo número de destacadísimos académicos que han, por años, vivido en países como China, India, Japón, Corea y Singapur, también como en Australasia.

(*)Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón