Tuesday, October 17, 2006

China y las implicancias de su cuarto ‘despertar’*
*[Este articulo-opinion fue publicado en diario La Segunda edicion online el 04/04/2006]

El interés mundial generado por el crecimiento económico de la República Popular China el cual desde fines de la década de los 70’s, y de acuerdo al Banco Mundial, habría alcanzado un increíble promedio de casi un 10 % anual, ha traspasado fronteras, creencias e ideologías. Por esta razón y más allá de temas relacionados con contaminación medioambiental, derechos humanos, rol de la mujer, sociedad civil y dualismo ideológico, el gigante asiático es hoy un ‘polo’ –principalmente económico- de atracción.

El caso no deja de ser sintomático desde que claramente el mundo –y aún manejando algunas de estas deficiencias y problemas internos chinos- ha promovido una política de carácter pragmático al momento de perfilar las relaciones bilaterales con el gigante milenario. Pragmatismo, el cual es factible decir, que está sustentado sobre un potencial de algo más de 1.300 millones de razones. Desde esta perspectiva, y considerando la firma del TLC y del último acuerdo de explotación minera entre CODELCO y Minmetal, para Chile, se hace un urgente intentar desarrollar un análisis sostenido sobre el actual dinamismo demostrado por este país.

Así, entonces, es válido preguntarse ¿cuánto de nuevo tiene el actual ‘momentum’ chino? Wang Gungwu, director del East Asia Institute de la Universidad de Singapur, en su estudio[1] sobre la implicancia cultural, social, política y económica que el actual proceso Chino podría tener a escala global, detalla que lo que estamos observando es el cuarto despertar de la potencia Asiática. Efectivamente, al vigente ciclo de expansión le habrían precedido otras tres épocas de esplendor y desarrollo.

El primer período [255 BC-208 DC] fue dominado por las dinastías Qin y Han. China, entonces, estandarizó su moneda, su escritura y medidas de medición e incorporó a su filosofía de vida el Confucianismo y el Budismo. El segundo período fue gobernado por las dinastías Sui y Tang. La primera [581-618] reunificó el Sur y Norte e implementó un sistema de igualdad de tierras. La segunda [618-907], sustentó la época de oro literaria y artística. Además, con un férreo control político pero con un alto intercambio comercial alzó la ruta de la seda a su máximo esplendor. El tercer período [1368-1911], fue regido por las dinastías Ming y Qing. La primera de ellas desarrolló una revolución agrícola e instauró el famoso Código Ming. Del mismo modo las expediciones de Zheng-He permitieron la expansión marítima china, la cual fue la base de su revolución comercial. La segunda, entre 1644-1911, y durante la cual se llegó al cénit del poder de la China Imperial, fue la antesala a la creación de la República Popular China.

Sin embargo, desde una perspectiva mundial, el actual período [desde 1978 hasta hoy] abre una serie de interrogantes. La primera, dice relación con la política exterior. Desde esta perspectiva, China ha adoptado a lo largo del primer quinquenio del siglo 21 una política algo más agresiva. En efecto, e interfiriendo con el predominio histórico de Estados Unidos y Europa, el país asiático se ha permitido moverse hacia regiones -principalmente en busca de asegurar el suministro de recursos naturales- que hasta ahora le habían sido claramente de interés limitado: África y América Latina.

Segundo, y considerando su creciente influencia, se plantean temas en torno a la seguridad y estabilidad regional y mundial. Como sostiene John J. Tkacik en su libro ‘Repensando Una China’, el principal desafío del mundo [y en especial de Estados Unidos] en este milenio será cómo manejar el actual ‘despertar’ Chino; el cual pareciera estar llamado a tener un rol clave en el manejo de crisis internacionales. Sin embargo, hoy China tiene aún como su mayor preocupación y objetivo la contención de sus fronteras y la soberanía y reincorporación de lo que denomina como provincia rebelde [Taiwán]

Tercero se plantea el tema de la permeabilidad de las instituciones. Así, frente al avance de la globalización la pregunta es si China podrá, con su actual estructura política y social, asimilar la cada vez más penetrante cultura económica global. Sin duda, el antiguo discurso ‘una China dos sistemas’ es cada día más poroso. Un reciente ejemplo ha sido la desesperada lucha que libró el gobierno chino por controlar la información emanada de servidores de Internet en su territorio; y a la cual hasta ahora sólo el 8 % de la población tiene acceso.

Sin embargo, y paradójicamente, el sostenido crecimiento económico chino estaría planteando -al mismo tiempo- una encrucijada que podría, en el mediano plazo, cambiar radicalmente a este país. Clara prueba de esto ha sido el discurso del Primer Ministro chino, Wen Jiabao, el cual ha reconocido que el gobierno no ha cumplido con las expectativas generadas por el boom económico. Así, entonces, el nuevo plan quinquenal 2006-2010, plantea una serie de medidas que tienen el claro fin de mantener el ‘status quo’ del formato actual chino.

Primero, y tratando de evitar que siga creciendo el clima de descontento popular, se intentará solucionar el tema de inequidad entre las zonas rurales y urbanas; es como sostiene Glyn Ford[2] el objetivo no declarado por manejar la crisis en el ‘countryside’ chino. Segundo, se ajustarán las serias deficiencias observadas en temas como salud y educación. Tercero, y por primera vez desde 1949, China permitirá la existencia de la propiedad privada, giro este último que es visto como crucial para continuar con el desarrollo económico. Cuarto, el desarrollo de una clara política de auto-defensa y quinto, se plantea la implementación de una política de ciencia y tecnología acorde con las necesidades del siglo 21.

De esta forma China no sólo plantea, en el corto y mediano plazo, temas de carácter económico para Chile, sino que también abre una gama de otros intereses a los cuales hay que empezar a poner suma atención.

(*)Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.

Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón

Direccion Blog : http://rodrigoalvarezvaldes.blogspot.com
Direccion email : rodrigoz2004@yahoo.co.nz

Chile INNOVADOR: construyendo una economía del conocimiento*
*[Este articulo-opinion fue publicado en diario La Segunda online el 08/05/2006]

Estas semanas han estado marcadas por el debate -repotenciado por el alto valor alcanzado por la libra de cobre- de cómo logramos acercarnos hacia una verdadera sociedad que sustente su desarrollo en la lógica de la Innovación y Economía del Conocimiento.

Así, no ha sido extraño observar que temas sobre biotecnología, nano-tecnología, ciencia de la salud y ciencia y tecnología se han posicionado en el interés público. Como resultado hemos desarrollado un análisis comparado con experiencias exitosas (Nueva Zelandia, Finlandia y Australia, entre otros) de países que, como Chile, dependieron principalmente de las exportaciones de recursos naturales.

Lo que hay que tratar de entender es cómo esos países lograron rearticular los fundamentos que dan sustento a la INNOVACIÓN y a la Economía del Conocimiento en una estrategia nacional. Para ellos es de abierta comprensión que el mundo se divide en dos grupos de países: los core-innovators y los non-innovators. Del mismo modo, saben que los conceptos de investigación y desarrollo [I+D] son considerados variables que toman lugar en muchos países del mundo. Y, aún más importante, ellos se reconocen pertenecientes al selecto grupo de países que se plantean, discuten y redefinen permanentemente el concepto de Desarrollo y Comercialización de Tecnologías Nuevas para el Mundo, y no el de simple I+D. Finalmente, pero no menos importante, ellos racionalizan transversal y horizontalmente que el tema sobre innovación está encadenado al concepto elaborado y moderno de competitividad y conectividad sectorial.

Así, por un lado, se debe desarrollar un análisis que intente definir un concepto globalizado de innovación; y por el otro, un trabajo que desnude nuestras más críticas debilidades para así ir más allá del consabido problema de nuestra dependencia de la exportación de recursos naturales.

Intentemos, entonces, dar una definición moderna de innovación. Para tales efectos se hace indispensable distinguir entre innovación a secas e innovación tecnológica. La primera, considera la base de partida para los países del grupo selecto de core-innovators, implica por el lado del sector privado la innovación permanente de la oferta, de los procesos productivos, de la estructura organizacional y management del producto y del mercado. Por el lado del gobierno, considera la permanente innovación de las instituciones y de las políticas públicas relacionadas con el objetivo de innovar.

El segundo concepto, innovación tecnológica, nuevo para el mundo, el cual está reservado para aquellos que han resuelto la etapa anterior, exige –por sobre el concepto simple de I+D- el replanteamiento permanente de las fases avanzadas de creación. Así, entonces, incremento de innovación, cambio radical o quiebre innovador también como cambio de sistemas tecnológicos [si son exitosamente desarrollados] son permanente buscados para dar paso a cambios en los paradigmas productivos. Cambios, estos últimos, que en ocasiones ocurren paralelamente en varios sectores de la economía. En resumen, el proceso de innovación tecnológica resultará en un producto nuevo y/o escaso, imperfectamente imitable y libre de ser sustituido en el corto y mediano plazo.

En cuanto a nuestras debilidades existen algunas que pueden, si no son resueltas en un período lógico de tiempo, transformarse en serios lastres. La primera está orientada al sector productivo, y dice que muy poco sabemos sobre como aplicar correcta y eficiente una política nacional de concatenación productiva. Dicho en palabras de la CEPAL, enfrentamos un problema serio de desarrollo de aglomeraciones productivas y de desarrollo local, las cuales [pensando en la demanda internacional] carecen de una desarrollada capacidad asociativa, competitiva, cooperativa, como así también de capacidad para eslabonarse.

La segunda dice relación con nuestro sector educacional universitario y técnico. En este sentido es claro que existe una clara desconexión entre el ambiente de investigadores y académicos con el del sector privado. Al mismo tiempo, como he demostrado en el análisis sobre educación y competitividad, es una realidad que nuestra educación superior no posee la infraestructura mínima para competir internacionalmente.

La tercera, es el hecho innegable que para acceder a una nueva etapa de innovación necesitamos de una sociedad con alta flexibilidad; lo cual implica una alta adaptabilidad a los cambios globales. Así, entonces, esta sociedad, en el corto plazo, debería ser capaz de enfrentar desafíos tales como la creación y utilización de nuevos equipos de capital, el adaptarse a cambios radicales y, sustentada en una fuerza laboral basada en el ‘conocimiento’, enfrentar y promover –si es necesario- la creación de nuevos sectores productivos tecnológicamente avanzados como de nuevas instituciones sociales.

La clave, así, por un lado, pareciera estar en la habilidad e inteligencia que tengamos para conectar nuestra capacidad de productividad local y regional con las demandas globales derivadas de los múltiples acuerdos de libre comercio que hemos firmado. Es decir, de qué manera, como nación inmersa en el mercado global, le damos dinamismo y velocidad a nuestra inserción internacional. Y, por el otro lado, a la necesidad urgente de modernizar nuestro sistema de educación básica, media, técnica y universitaria.

(*)Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.

Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón

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La neo-sociedad civil chilena y la movilización estudiantil*
*[Este articulo-opinion fue publicado en diario La Segunda-edicion online el 09/06/2006]

Sin duda que el movimiento estudiantil en Chile ha y a esta generando una serie de lecturas desde un prisma social, político y económico. Sin embargo, pareciera que este –además- tiene un ‘plus’: el surgimiento de lo que podríamos definir como la neo-sociedad civil chilena.

Post período militar, se asumió que el retorno a la democracia re-articularía las demandas dando paso a una fuerte Sociedad Civil. Parafraseando a O’Donell y Schmitter, la transición a la democracia guiaría a una amplia resurrección de la sociedad civil; donde muchos grupos tomarían ventaja de las nuevas circunstancias políticas para crear (o recrear) y expandir sus organizaciones y articular sus reclamos.

Desde una perspectiva filosófica, Frederick Hegel, define Sociedad Civil como un estado en la relación dialéctica entre la macro-comunidad del Estado y la micro-comunidad de la familia. Es decir, donde la sociedad civil representa un momento en el proceso de la formación del Estado. Para el Centro de Sociedad Civil del Colegio de Economía y Ciencias Políticas de Londres [http://www.lse.ac.uk/], el cuerpo institucional de la sociedad civil, en teoría, es distinto de aquellos del Estado, la familia y el mercado; aunque en la práctica los límites entre ellos son complejos, no claros y negociables. Finalmente, Bobbio destaca la dicotomía que puede llegar a representar este tema al sostener que el concepto en si es una lucha permanente entre el Estado construyendo sociedad y la sociedad construyendo Estado.
En el caso de Chile, ya fuera porque las condiciones no fueron las propicias [apenas vuelta la democracia] o porque a partir del gobierno del ex – presidente Eduardo Frei no hubo mayor interés de las elites económicas y políticas, finalmente la participación de la Sociedad Civil en la construcción de la democracia se diluyó en el tiempo. En efecto, y gracias a una mirada retrospectiva, es posible distinguir que la generación y difusión de lo que sería una Sociedad Civil organizada fue absorbida por lo que se llegó a conocer como la política de los acuerdos o de los consensos. Siguiendo los argumentos de Adam Przeworski, esto habría sido el esperado resultado desde que una vigorosa oposición y una clara competencia entre partidos, cuando aún las instituciones representativas eran débiles habría resultada peligrosa para la continuidad de la estabilidad democrática. Así, no fue extraño que a finales del gobierno del ex-presidente Ricardo Lagos las organizaciones que representaban a la Sociedad Civil ya no tuvieran un significativo peso político.
Efectivamente, y aún de la existencia de 436 organizaciones representantes de la Sociedad Civil en Chile [como sostiene El Portal de las ONGs-www.ong.cl], múltiples temas que debían haber encontrado un punto de equilibrio, siguiendo la lógica de Bobbio, terminaron en lo que podríamos representar como una nueva dicotomía: un ‘Estado Democráticamente Totalitario’; es decir, con el triunfo del Estado sobre la sociedad. No fue extraño, entonces, que fuera la política de los consensos, acuerdos y pactos la cual, durante los últimos 15 años, y por sobre de las demandas de la sociedad, haya determinando de manera unilateral las políticas públicas a seguir. Ejemplos al respecto sobran: medio ambiente, minorías étnicas, minorías sexuales, educación superior y explotación de los recursos naturales entre otros.
Desde esta perspectiva, y considerando su transversalidad y profundidad, el movimiento estudiantil es una potentísima señal de que en el país se estaría comenzando a construir una nueva definición de Sociedad Civil; la cual estaría reaccionando a tres claras distorsiones. La primera, el triunfo del modelo neo-liberal que transformó al Estado Chileno a un mero agente. La segunda, la falta de representación por los mecanismos tradicionales [como partidos políticos] para canalizar las demandas. Y tercero, el comprobar que la estructura y definición que da forma a la Sociedad Civil ha terminado por agotarse entrando en una clara crisis de representación.
De esta forma, y luego de tres gobiernos democráticos, los estudiantes han dado una clase magistral de organización la cual, además, ha sido capaz de canalizar un generalizado y latente descontento resultante de más de 33 años de mala calidad y desigualdad de la educación. Sin embargo, y lo cual se transforma en lo medular del tema, es que no es aún claro si este proceso logrará alcanzar la fuerza necesaria para convertirse en la antesala de la elaboración de una nueva visión de sociedad; basada, claro esta, en la neo-sociedad civil chilena.

(*)Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón
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Chile Compite: ¿un espacio para el Estado?*
*[Este articulo-opinion fue pulicado en diario La Segunda online el 08/09/2006]

Un nuevo plan para el desarrollo de una verdadera base competitiva ha sido anunciado. Efectivamente, el Ministro de Hacienda, Andrés Velasco dio a conocer el denominado ‘plan Chile Compite’. Este documento, brevemente desarrollado en la página del gobierno de Chile [http://www.gobiernodechile.cl/chilecompite/index.asp], contiene cuatro áreas principales: emprendimiento, tecnología y competitividad, mercado de capitales e institucionalidad para el crecimiento.

Sin embargo, y aún considerando las 18 iniciativas que contempla la nueva estrategia, el nuevo plan pro-competitividad no logra re-articular la función de El Estado. Desde esta perspectiva, una clara política de re-internacionalización de Chile debe considerar al Estado en la lógica de una competitividad globalizada. Sin embargo, a lo largo de la iniciativa, es factible ver el peso y valor que tienen el sector privado [la gran empresa y las PYMES] como el mercado nacional; pero no así cual es la función que el Estado, más allá de ser un sólo articulador y regulador de las reglas del juego, tiene en la creación de oportunidades como en la organización y difusión de las mismas.

Cabe recordar, al respecto, que a diferencia de la afirmación que en el contexto internacional la competitividad contempla ‘una cancha pareja para todos’ tanto como para países desarrollados, países en desarrollo y países subdesarrollados, es una falacia.

En este sentido, aún se percibe una deficiencia clave para, efectivamente, superar lo que defino como ‘competitividad vacía’ y moverse a una ‘competitividad próspera’. La diferencia clave entre ellas, es que mientras la primera se articula sobre la base de los conceptos más ortodoxos del modelo neoliberal; la otra, por el contrario los ajusta y/o interpreta. En esencia ésta es, como la define Christian Ketels equivocadamente, una lucha entre las políticas públicas que promueven una ‘agenda negativa’ [la participación del Estado] versus una ‘agenda positiva’ [más mercado y menos regulación].

Es decir, la actual articulación del Estado-globalizado va más allá de las simples políticas re-distributivas, incluso más allá del Estado promotor de políticas públicas correctivas de fallas de mercado. Este, por el contrario, y en oposición a la idea de la mano invisible, es lo que se define como un Estado pro-activo.

Así, entonces, la participación del Estado -no el Estado del los 60’s y 70’s- en este sentido es clave. En la lógica del ex – ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, esto no tan sólo implica haber rectificado la distorsión que significó entre 1974 y 1989 el Estado Rentista [ya fuera en su forma Inactiva o Ingenua]; sino que además, requiere volver a ajustar el actual Estado Minimalista el cual, entre 1990 y 2005, se ha mal denominado como un Estado Eficiente; lo cual ha significado, en palabras de Ketels, la implementación de más ‘agenda positiva’.

Sin embargo, ejemplos de la re-articulación del rol del Estado pro-activo, en nombre de un proceso de re-industrialización, sobran en el mundo desarrollado. Mundialmente se pueden observar como iniciativas similares han marcado a Nueva Zelanda [Growth and Innovation Framework - http://www.gif.med.govt.nz/]; Australia [Backing Autralia’s Ability - http://backingaus.innovation.gov.au/]; Noruega [Norwegian Innovation Policy]; Canada [Canada’s Innonation Strategy - http://innovation.gc.ca/] e Ingraterra [ UK Government Envisions - http://www.dti.gov.uk/], entre otros.

En el caso de Nueva Zelanda la estrategia ‘Growing an Innovative New Zealand’ [también conocido como GIF]. En esta, el Estado neocelandés, sostiene que ‘la estrategia GIF fue diseñada por gobierno para traer el crecimiento sostenible de largo-plazo necesario para mejorar la calidad de vida de todos los neocelandeses’. El plan contempla los objetivos de Fortalecer el Sistema de Innovación, Desarrollar Habilidades y Talentos, Incrementar la Interconectividad Internacional y profundizar la Conexión de los Sectores productivos [clusters].

Australia, por su parte, ha desarrollado un amplio plan de carácter estratégico que considera al Estado como una pieza clave en la carrera por la innovación y el desarrollo tecnológico. El gobierno Australiano ha declarado que ‘The Government Reserach Agencies juegan un rol vital dentro del sistema de innovación nacional Australiano; éstas [las agencias], con frecuencia, conducen investigaciones estrategias de largo-plazo que no serian en otro caso realizadas debido al alto riesgo e inciertos resultados’. La estrategia australiana contempla tres áreas: ‘Asistiendo Investigación’, ‘Asistiendo Comercialización’ y ‘Asistiendo Habilidades’.

Con una visión similar el gobierno Canadiense declara que ‘los Gobiernos, con el objetivo de posibilitar su mandato de desarrollo económico, también realizan investigación, la cual con frecuencia –y a diferencia del sector privado- tiene un horizonte de largo plazo’. El Estado, así, se hace presente en lo que ellos definen Government Research Facilities. Dividido en 10 departamentos [http://strategis.ic.gc.ca/epic/internet/inrti-rti.nsf/en/h_te02418e.html], 101 centros de investigaciones conforman la articulación de la mano visible del Estado.

Sin duda que el Estado pro-activo en Chile debe emerger, de lo contrario estaremos otros 32 años esperando que el mercado y su mano invisible corrijan la deficiencia de abordar los temas que le son, sólo a largo plazo, rentables.

(*)Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón
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Gobernabilidad, Ciudadanía y Responsabilidad: ¿entrando a una nueva tensión?

Primero fue la disputa entre Camilo Escalona y Andrés Allamand. Luego los anuncios de movilizaciones y paros en pro de demandas y ajustes anunciados por profesores, estudiantes, trabajadores de la Salud y mineros de CODELCO. Ahora se suma a todo esto la irrupción abierta y temeraria de los grupos anarquistas.
El actual contexto abre así una nueva coyuntura: el análisis de la tríada ciudadanía, gobernabilidad y responsabilidad. Efectivamente, y desde esta perspectiva, la democracia moderna ha abierto canales por los cuales aún no hemos iniciado un tránsito abierto y expedito.

En democracia la ‘ciudadanía’ da forma, soporte y sentido a la ‘gobernabilidad’. Sin embargo, y después de cuatro gobiernos de la Concertación, la relación ‘ciudadanía-democracia’ ha entrado en una nueva etapa. Así, la idea de representación directa [un ciudadano un voto] se encuentra en tensión, y está siendo cada vez más frecuentemente testeada. Dicho de otra manera, la definición Schumpeteriana de democracia como una forma de gobierno que permite la elección entre elites por ciudadanos votando en regular y competitivas elecciones, está entrando en una etapa de radicalización o a lo menos de desgaste. Como resultado de esto, las elecciones sistemática de Presidenta[e], Senadoras[es] y Parlamentarias[os], como de Alcaldesas[es] y Concejalas[es], es sólo un eslabón de una larga cadena de representatividad. Del mismo modo, es claro hoy que el juego democrático ya no termina con la comprobación de que sus objetivos de competitividad, libertad, igualitarismo, importancia e inclusividad se han cumplido.

Gobernabilidad, la cual requiere de legitimidad, por su parte, representa y canaliza los intereses de la ‘ciudadanía’. No cabe duda, en este sentido, que de las innumerables cosas que hay que rescatar de la vuelta a la democracia en Chile es que ésta ha sido fuertemente respaldada por una amplia y consistente legitimidad y representatividad. Sin embargo, al parecer, nuestras elites gobernantes han resuelto tener un más intenso ‘accountability’ con las elites económicas que con la ‘sociedad civil’. Así, mientras con la primera se negocia y se rinde cuentas a lo menos una vez al año [gracias a la ya tradicional ‘Economic-Roundtable’ –mesa redonda- organizada en CEP], con la segunda se tranza y se le rinde cuentas [‘accountability’] sólo cada cuatro años.
Como resultado al choque de estos dos conceptos [ciudadanía y gobernabilidad] un nuevo escenario, extra sistema o outsider al sistema, está elevando el tema de la ‘responsabilidad’ política, económica y social a un nuevo sitial. Así, gobernantes y gobernados ven como el fino equilibrio, construido hasta ahora, está siendo desafiado ‘irresponsablemente’ por los –irónicamente- bien organizados grupos anárquicos. De esta forma, y parafraseando a Bobbio, anarquismo es la liberalización de la sociedad desde cualquier forma de autoridad [religiosa, política y económica] y entiende al Estado como la más grande forma de opresión de personas sobre personas. El anarquismo, concluye Bobbio, aspira a una sociedad sin Estado o ley, y fundada sobre una espontánea y voluntaria cooperación de individuos asociados, libres e igual entre ellos. Para Hobbes, anarquismo es la guerra de todo en contra de todo. En escencia, lo que motiva el accionar del anárquico, es la existencia –afuera del sistema- de un espacio donde puede expresar aquellas ideas e intereses que le parecen antagónicas e irreconciliables al interior del sistema.

Desde esta perspectiva, tengo dudas que los nuevos anuncios desde arriba sobre la creación de un ‘mecanismo de alerta temprana’ y la acción en conjunto –con el objetivo de dar señales de fuerza- entre el Ministerio del Interior y la Agencia Nacional de Inteligencia, sean la respuesta a la canalización de los nuevos desafíos que la tríada gobernabilidad, ciudadanía y responsabilidad hoy demandan.

Lo que habría que recordar es que necesitamos más sociedad civil que tenga voz, voto y especialmente ‘accountability’. Es como sostiene O’Donnell la creación de un individuo que, al mismo tiempo, sea un ‘ciudadano-agente’.

(*)Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón
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